lunes, 1 de diciembre de 2014

Un hilo rojo que nos ata el corazón

Hace tiempo que quería escribir sobre esta leyenda. En realidad hace más de un año, cuando conocí la historia de Marina y Ulay y descubrí una teoría que suena muy romántica referida al destino y cómo estamos atados a otra persona, predestinados a encontrarnos, en algún momento y lugar, pero que podría no ser precisamente el actual.

En la cultura popular asiática existe la creencia del hilo rojo, que ha pasado de generación en generación y que está presente tanto en las mitologías china como japonesa. Se trata de una relato que en forma simbólica se refiere a los sentimientos que unen a dos personas y que se convierten en un lazo indestructible.

Acompáñame a estar solo

Son las 2.30 de la madrugada de un día lunes. El hombre sabe que en pocas horas tendrá que levantarse temprano, pero aún así permanece sentado frente a la computadora. Lo está pasando bien mientras lee, en un grupo de Facebook, frases y comentarios insólitos. Por momentos ríe a carcajadas. No puede evitar hacer un click  sobre el Me gusta de las historias más desopilantes.

A la misma hora, en otro lugar, una joven estudiante hace lo mismo. Debería estar terminando un trabajo práctico para presentar en la facultad, pero ella también está inmersa en dichos que le resultan muy graciosos e incluso por momentos acota algo, acompaña con el emoticon de una carita sonriente, o los copia en su muro personal.

En ese instante, pero en otro uso horario, una mujer deja de lado su trabajo para cargar una fotografía suya que le resulta divertida y siente que tiene que compartirla con los seguidores del grupo. De inmediato comienzan a sumarse los Me gusta. Mientras goza por el acompañamiento obtenido, busca entre el listado de personas si hay algún conocido, alguien que le llame la atención, mira sus fotos de perfil, indaga casi como un detective entre la información que cada uno deja disponible en la red social.