jueves, 11 de agosto de 2011

La Argentina que duele

Anoche tuve la oportunidad de ver un largometraje realizado por una estudiante de cine del Instituto Universitario Nacional de Artes de Buenos Aires. Se trata del primer filme en formato de documental de Clarisa Navas: “Retratos de otro país, 200 años después”.
¿Qué tiene de particular esta filmación de otras? La hace tan particular, como para ser recomendada, es quiénes hablan y qué dicen. Los que aparecen en el audiovisual son argentinos que viven en las fronteras del país y exponen una realidad totalmente distinta a la visión oficial que se tiene de la Argentina desde Buenos Aires.
Este trabajo fue elaborado a propósito de los festejos por el Bicentenario de la Revolución del 25 de Mayo de 1810; plantea justamente que en las zonas limítrofes -por distintos motivos- los argentinos no tenemos nada que festejar.
Se filmó en diferentes regiones del país durante 2010 y fue producido de manera artesanal con recursos limitados y el apoyo de diversas personas a lo largo de Argentina, de allí algunos problemas en su edición; pero lo importante y lo que me motivó hacer referencia de él en este post es su contenido, lo que refleja, es la deuda que la nación (o sea todos los argentinos) tenemos con nuestros compatriotas que viven, pelean y padecen en las fronteras.
No es casual que haya entrevistado a descendientes de pueblos originarios de cada zona. Guaraníes correntinos, Qom formoseños, mapuches neuquinos, cada a su modo expone que el concepto de Bicentenario no es igual en cada latitud de la Argentina y el significa está aún más lejos de comprenderse.

SIN LUZ A KILÓMETROS DE YACYRETÁ
Y SIN AGUA EN FORMOSA
En la isla Apipé (unas 25.000 hectáreas de tierra que pertenecen a la provincia de Corrientes pero que se encuentra en aguas del río Paraná bajo jurisdicción paraguaya) la vida no es para nada apacible. Si bien a contados kilómetros se encuentra la represa de Yacyretá, los aproximadamente 2.000 habitantes que allí residen no tienen luz eléctrica, viven en su mayoría de la pesca o de un empleo público. Los médicos no van casi nunca y una partera de lugar atiende desde los nacimientos hasta casos graves de enfermedades, accidentes y emergencias que a veces requieren el traslado urgente a la ciudad costera de Ituzaingó, la localidad más cercana al Norte de Corrientes. Los maestros tienen que utilizar pasaporte para cruzar las aguas en lancha y llegar a dar clases en la escuela. La vida transcurre entre miserias, necesidades y mucha voluntad por sobrevivir de esos argentinos.
En este diálogo constante que se establece entre los protagonistas, los realizadores y el público, surge otra historia que corresponde a los relatos que brindan los representantes de una comunidad Qom en la provincia de Formosa.
Estas familias se asentaron en unos terrenos que aseguran que por derecho natural les pertenece desde siempre, pero que los documentos legales afirman que fueron adquiridos por el gobernador Gildo Insfran. Los líderes de ese grupo exponen que no pueden salir de esas tierras porque no podrían regresar. Constantemente se ven asediados y perseguidos por fuerzas policiales o paramilitares para su desalojo; ni siquiera tienen agua y conseguirla resulta toda una odisea.
Explican además en dónde reside la insistencia para que los reconozcan como comunidad Qom y no Tobas. Una palabra, esta última, que proviene del guaraní: tová y que significa rostro, cara, frente, pero que para ellos tiene toda una connotación despectiva debido a que los qom solían practicar la decalvación de la parte delantera del cuero cabelludo y que por esa razón los españoles los llamaban “frentones”. Es así que en su idioma ntokóit comenzaron a autodenominarse qom que significa hombre.
En sus relatos no podía faltar las persecuciones y presiones a las que se ven sometidos los hombres y mujeres de la comunidad a quienes con cada elección los punteros políticos les quitan y retienen el Documento Nacional de Identidad para asegurarse de que voten por algún candidato en particular.
Para ellos el planteo es lógico, cómo van a sentirse argentinos, cómo tiene que tener algún significado el Bicentenario, sino no somos todos iguales; ellos lo viven cotidianamente y a manos de quienes tienen que asegurarles el cumplimiento de sus derechos.

EXTRANJEROS EN LA FRONTERA Y EN EL PAÍS
Otro tanto ocurre en Jujuy en el límite con Bolivia, en cómo los hombre-hormiga, muchos de ellos bolivianos, tantos otros argentinos, se desloman literalmente el cuerpo pasando por la frontera todo tipo de mercaderías, desde cajones con botellas de cerveza, electrodomésticos, cajas con mercaderías, bolsas de harina, etc. Hombres, mujeres, niños y ancianos por igual destinan todo su día a hacer de transporte por 15 o 20 pesos por jornada (sí leyeron bien, cuando lo ví y lo comentaban no lo podía creer), los que más suerte tienen consiguen al finalizar tantas horas de trabajo unos 50 pesos.
En Villa La Angostura en la provincia de Neuquén, un sitio privilegiado por sus paisajes y la presencia de turistas, la lucha constante de los descendientes de los pueblos mapuches no tiene descanso. Extranjeros siguen comprando tierras y contratan a efectivos policiales argentinos, que convertidos en paramilitares, asedian las tierras y con motosierras cortan las casas de madera, desalojando y obligando a sus dueños originarios a irse de sus lugares, porque no se les permite el acceso ni siquiera al agua potable para beber. Los ingleses y norteamericanos cuentan con más garantías y defensas que estos argentinos para establecer complejos turísticos que ni siquiera cuentan con plantas de tratamiento de residuos cloacales que vuelcan, contaminando, los grandes lagos.
Una historia semejante a esta, es la que exponen los habitantes de Colonia Carlos Pellegrini, en el corazón de los Esteros del Iberá, donde una vez más individuos y compañías extranjeras de ecología extrema buscan la conservación de ese patrimonio natural, llegando incluso a desalojar a productores correntinos de la zona, algunos de los cuales terminaron sus días viviendo en la calle, tirados en las entradas de pueblos vecinos, sin que las autoridades municipales, provinciales o nacionales se preocuparan por sus destinos.

DE SANGRE AFRO
Y en Buenos Aires, también se menciona la realidad de los afrodescendientes, quienes aún en la actualidad se ven discriminados, inclusive por los hijos, nietos, bisnietos de negros africanos que reniegan de su origen. En el documental insisten que no quieren ser recordados como los negritos que vendían pastelitos y velas en la plaza de Mayo durante la revolución de 1810.
“Retratos de otro país, 200 años después” duele. Queda claro todo lo que no sabemos de otros argentinos y de la Argentina. Y pone en el tapete que son justamente las diferencias que nos separan las que nos hace ser ni mejores ni peores, ni ciudadanos de primera por vivir en Buenos Aires o de segunda por vivir en el interior, sino simplemente compatriotas por igual. Lástima que la gran mayoría todavía no lo comprenda, sobre todo nuestros representantes. Por eso hace falta que este tipo de largometrajes llegue a todos, creo que no exagero cuando afirmo que es nuestra garantía a futuro de mayor igualdad.
Vale la pena destacar que el equipo de producción y realización estuvo a cargo de Yaguá Pirú Producciones, con Maia Sol Navas, Mariana Repetto y Clarisa Navas y la producción asociada y el trabajo de cámaras corrió por cuenta de Pablo Dellamea.
Realmente imperdible.

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