Hace
unos días tuve oportunidad de de leer y asistir a la presentación de dos libros
de una misma autora. Se trata de una reedición ampliada de “El latido de la sien” y “100
moléculas de letras” de la escritora correntina Elena Zelada de Fiorio. Y como estas dos obras me parecieron tan
geniales, no podía dejar de comentarlas y recomendarlas aquí, en Muñeca
Articulada.
Sinceramente
estas dos obras me parecieron excelentes. Me hicieron reír mucho pero sobre
todo pensar demasiado y redescubrir a una persona y a una narradora de primera.
A
Elena Zelada de Fiorio la conozco de haberla entrevistado unas pocas veces, por
haber publicado en el diario en que trabajaba alguna nota que ella escribiera a
propósito de literatura. Pero de estar acostumbrada a leer de ella esos textos,
con un estilo netamente periodístico o de opinión, a encontrarme con sus
microcuentos, microficciones o cuentículos como también los llama, fue toda una
experiencia y quedé fascinada.
Sé
que no me equivoco al señalar que esta autora se convierte en otra persona
cuando escribe. Porque podrá mostrarse como se la conoce en Corrientes:
tranquila, impasible; podrá saludarnos y hablarnos con esa sobriedad y mesura a
la que nos tiene acostumbrados, pero nunca podríamos imaginarnos su otra cara,
su otro estilo; a menos claro que nos sumerjamos en alguno de estos dos libros.
Al
cabo de varias semanas de leer sus libros sólo puedo decir que Elena Zelada de
Fiorio es -sin duda- una escritora irreverente, que maneja el absurdo al
dedillo, la crítica punzante y el humor más refinado. Todo ello condensado en
textos brevísimos, donde las palabras cumplen dos funciones concretas que son
exponer la idea o intención y rematar el final, todo en escasos seis o siete
renglones, en algunos un poco más. El resto es pura imaginación por parte de la
autora pero también por parte del lector.
CUANTO MÁS BREVE, MEJOR
Cuando
empecé a leer “El latido de la sien” y después con “100 moléculas de letras”,
vino a mi memoria un aforismo que mencionaba Juan Carlos Onetti y que siempre
escucho citar a Eduardo Galeano, que “las únicas palabras que merecen existir
son las palabras mejores que el silencio”.
La
verdad que no sé si ella ha escuchado ese dicho o no, pero realmente creo que
Elena Zelada de Fiorio ha hecho de las palabras un claro ejemplo de lo que es
una cruzada de los mejores términos contra el silencio, en donde cada vocablo
es único y el que mejor expresa cada idea, intención o crítica.
Según
me explicaba la autora en una oportunidad que tuve de conversar, su intención
radica en no querer cansar al lector, por eso sus textos son breves. Escribe
con urgencia, como alguien apurado, y luego comienza a tachar todo lo que está
demás, buscando justamente que sus textos sean lo más despojado de palabras.
Leía
hace unos días en un diario local un comentario de Joaquín Meabe, abogados, filósofo
y escritor correntino, a propósito de la obra de Elena, que enmarcaba dentro de
lo que sería una literatura sinóptica y me puse a buscar sobre esto y me
encontré con una explicación bien clara. “Son textos donde las partes
principales de un asunto se presentan de manera clara, rápida y resumida”. Y la
verdad que es cierto. Trasladé la mirada a los escritos de Elena y ya tenía la mejor
definición para explicar sus relatos; aún cuando ella insista en que se trata
de narraciones breves que no responden a ningún género.
Pero
también cuando indagaba acerca del estilo sinóptico encontré que se aplica a
los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas, que presentan pasajes
parecidos y son muy concretos a la hora de narrar la historia de Cristo.
Fue
justamente esto último lo que me hizo recordar los temas sobre los que escribe
y en los que insiste en varias oportunidades. En estos libros descubrí que esta
autora posa su mirada permanentemente en la religión y las creencias, en los
distintos momentos de la Biblia, sobre todo el Génesis; también en el inicio de
los tiempos. Hay relatos que son relecturas bíblicas muy personales que
muestran su costado crítico y también irónico.
Pero
así como se refiere a los dogmas católicos, también amalgama sus relatos con la
ciencia. Los descubrimientos científicos, los avances respecto al conocimiento
que hay del universo. Estos también sirven para expresar sus opiniones, que en
su mayoría son muy poco condescendientes, objetando el punto al que hemos
alcanzado como humanidad, entre la ciencia y la religión.
Y
en medio de todo eso lo sitúa al hombre. En sus relatos, lo presenta como un
ser en la etapa de “niño perverso”, un ser destructor, que daña todo lo que
tiene a su alrededor, inclusive a sí mismo y al medioambiente. Pero también
como un ser ignorante de todo, cuya presencia en este universo de tiempo y
espacio infinito es sólo un instante; temeroso de Dios pero también de la
muerte, preocupado por su propia satisfacción. El conocimiento y la comprensión
de la condición humana en sus relatos son amplísimos.
Como
ya mencioné sus microcuentos son fantásticos. Ella me explicaba que son
consecuencias de sus lecturas. Que el disparador de su escritura son otros
textos y que justamente tienen que ver con cuestionar eso que lee.
En
muchos casos mientras me introducía en su lectura, me pregunté: ¿Qué habrá
estado leyendo esta mujer antes de escribir algún texto en particular? Pero
luego me acordaba que también decía, que gran parte surgen de la intuición, de
la primera impresión que tuvo de algo.
Lo
que sí me quedó claro de toda esta experiencia de sumergirme en sus libros es
descubrir su capacidad de invención infinita, de penetrar en la esencia del
hombre, de la creencia, de la ciencia. Es capaz de imaginar incalculables
mundos posibles. Hay en ella un desborde de imaginación, y que bien lo expresa
en la Introducción de “100 moléculas de letras”: “una reverencia hacia las
lógicas disparatadas y por eso aparecen soluciones bruscas, en un estilo
urgente y condensado”.
Pero
allí no termina todo, porque también escribe sobre literatura. En sus libros no
pueden faltar referencias directas a sus autores preferidos: Jorge Luis Borges,
Julio Cortázar, Francisco Madariaga. Habla con ellos, de ellos y hasta se toma
el atrevimiento de retomar algún cuento y continuarlos con una historia propia.
Así
como personifica y reinterpreta la Biblia, a los griegos y las historias de los
hombres, otro tanto hace con el mundo literario. Hallé relatos breves de
personajes que salvan al escritor, el oficio y el proceso de escribir, con las
experiencias infantiles y los mandatos sociales y familiares para una niña que
desea salirse del molde social y ser escritora de poesía o de abocarse a una literatura
más surrealista.
Sus
narraciones serán breves pero no dejan de ser muy ricas en metáforas, también
son muy claras, directas, sin vueltas. “No me gusta la condescendencia ni el
doble sentido” y eso se advierte a simple vista. Es capaz de hablarnos de todo
con la mayor de las crudezas como con mucha sutileza.
Por
eso me tomo el atrevimiento de decirles que no desaprovechen la oportunidad, si
es que la tienen, de leer los dos libros.
Advertencia: Estas obras deben leerse con
predisposición, tendrán que sentarse cómodos y con la mente despejada, porque
esta mujer es capaz de viajar años luz y regresar de otros mundos en sólo un
instante -en este caso en pocos renglones- y los va a desafiar a que le sigan
el ritmo. Si lo logran van a ver que lo van a disfrutar, tanto o más como lo
hice yo.
Para
los que no tienen la oportunidad de conseguirlos: aquí les dejo algunos de los
relatos cortos para que se hagan una idea a lo que me refiero. Después díganme
si me equivoco o no al considerar que están muy bueno.
LAS VOCES
Están
vociferando las aguas del mar. Y también vociferan las aves, las plantas y los
animales. ¿Qué cosas dirán?
Nadie
sabrá nunca que ellos están recriminándole al hombre que, en plena evolución,
anda en la “etapa de niño perverso”, y destruye todo lo que toca.
DORMIDOS
-
¡Qué van a ser inteligentes! -le dice uno al otro-, ni siquiera aprendieron a
volar como las aves ni a nadar como los peces, y eso que tienen ejemplos a
montones. Ni copiar saben.
-
Eso no, pero conocer y hacen varias cosas -, le contesta el otro.
-
Sueñan que hacen - declara un tercero - no han hecho nunca nada. La inmensa
fuerza de gravedad que ellos mismos aumentaron con sus miedos los aplastó
contra el suelo. Y como dormidos andan pegados a él.
OBEDIENTE
Que
el hombre del siglo XX piense en el primer pecado del Edén y crea que Adán y él
son la misma cosas, parece de antemano imposible.
Fue
a la hora de almorzar. Ella le insistió para que comiera. Le dijo algo sobre
las bondades de las vitaminas, le habló del colesterol y de su necesidad de adelgazar,
le habló de la alimentación excesivamente tóxica por demasiados dulces e
hidratos de carbono. Pero él, como si estuviera despalabrado o rumiando un
invento, ponía su mirada en un rincón y la dejaba perderse ahí.
Después
retiró el plato, y se negó a comer lo que ella le sirvió diciendo que esa
manzana era la fruta de la discordia y del pecado. Y él no quería seguir
desobedeciendo a Dios.
NUNCA
Por
favor, que con su ánimo no agite el aire y lo revuelva. Que no silbe finito y
penetrante. Que no lance ese chhiiiist… tan extraño que paraliza y embota. Que
no susurre de manera hueca. Que no balbucee. Que no suspire. ¡De qué sirve esa
aspiración suspirante y ese gimoteo final!
Y
que no sea mudo, por favor, que hable, ¡que algo diga! aunque diga:
-
“Los espectros nunca hablamos”.
LA NOVELA
Ella
escribió una larga novela y la editó por su cuenta. Después la obsequió a sus
muchos parientes y amigos. Y los que se animaron a leerla entera lo único que
pudieron decir fue: ¡Ahhhhhhhh…!
INSIGNIFICANCIA
Doctor,
aplique conmigo la teoría de la “insignificancia”, y sobreséame del delito que
se imputa.
Usted
debe entender, Doctor, que cometí homicidio en grado de tentativa nomás, porque
yo no quise matarlo a Gastón, pero se me fue la mano y, sin querer, le entró mucho
el machete en su garganta cuando él se movió de golpe.
Y
los que bebían con nosotros esa siesta, llamaron a la policía.
Y
un hombre, Doctor, un hombre que ni siquiera era completo, porque le faltaban
las falanges de dos dedos a Gastón. ¡Es insignificante!
En
el mundo, por todos, somos 6.900 millones de hombres. Más los 120.000 millones
de humanos que vivieron en toda la historia, somos en total 126.900 millones
¡Muchísimos, muchísimos, Doctor! ¡Qué es uno al lado de esa cifra de doce dígitos!
¡Uno
es insignificante, Doctor, es casi nada, es como nada, sobreséame, por favor!
PRIMERO
-
¡Yo soy lo más importante! - gritó el agua.
-
¡Yo soy lo más importante en el mundo! - gritó la tierra.
El
agua le dijo:
-
En el principio del mundo el espíritu del Hacedor estaba sobre mí, vos estabas
debajo de mí. Apareciste cuando se juntó lo seco y el Creador puso al hombre
encima de vos. Yo soy primera, vos sos segundo y él es tercero.
Entonces
un hombre dijo:
-
Nosotros somos primero y no medimos la importancia por el tiempo.
Y
otro hombre le dijo:
-
Primero fueron las palabras que Él pronunció para nombrar las cosas. Ellas son
primeras.
Y
otro dijo:
-
Primero fue el silencio que estuvo antes que las palabras.
Y
otro dijo:
-
Ni las palabras ni el silencio. Lo más importante es el caos, que es primero
que todo.
INVENTORES
Atrevidamente
probaron muchos excesos y de pronto inventaron la sexualidad. Y ahora se
reproducen. Y entonces hay seres viejos y seres nuevos.
Multiplicarse
y nada más que multiplicarse, no. El existir ya no puede ser incesante, sin término.
Los primeros deben envejecer y finar. Es necesario que alguien empiece a
inquietar su ingenio y ensayar cómo borrarse de la vida. Ni bien alguien
consiga arrastrará a los otros. No es irracional ni aberrante. Los inventores
de la reproducción están obligados a inventar la muerte, será la forma de
liberarse de la culpa de haber inventado eso.
Y
la muerte ejerció su fascinación y ahora están fascinados con ella.
NO LE GUSTA
Adán
la vio a Eva a la hora en que las radiaciones ultravioletas hacían brillar el
cielo de tal modo que se notaba que ese cielo era joven e intenso. La vio y no
le gustó esa mujer, y se dijo a sí mismo: Eva no me gusta, habrá otra, voy a
encontrarla, no será ella la única. Y sigue sin poder hallarla mientras pasan
los milenios y los eones y en aquel planeta azul no se multiplican los hombres.
Ella es el único ser humano que vive con él pero él no piensa unirse a ella, la
vio hace muchísimo tiempo y no le gusta, y no la cree única y espera sin
envejecer siquiera, espera sin pensar que su vida no es eterna, espera, porque
allí lo es.
PAZ
Hace
poco se realizó la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia que recorrió más
de 160 mil kilómetros por tierra en los cinco continentes para pedir el fin de
las guerras y el cese de todo tipo de violencia. También en esa época, le
otorgaron el Premio Nobel de la Paz al presidente estadounidense Barack Obama. La
Academia de Ciencias de Estocolmo galardonó al hombre que decidió reforzar la
presencia militar en Afganistán, donde hay guerra desde hace varios años.
Obama
no debió recibir ese premio, porque no es verdad que a veces la guerra sea
necesaria, y cualquiera sabe que la guerra es el fracaso de la condición
humana. La palabra paz –que significa no estar en guerra- perdió su
significado. Paz ya no está en contraposición a guerra. Paz ya no es sosiego y
buena correspondencia de unos con otros, ya no es fraternidad. Para la Academia
sueca y para Obama paz ya no significa paz.
REFERENCIAS:
Los dos libros fueron editados por Moglia Ediciones S.A. en Corrientes, septiembre de 2012.
Las ilustraciones de tapa corresponden a Miguel Vicente Fiorio.
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