sábado, 24 de diciembre de 2011

La bombacha rosa, un imperdible ritual bien navideño

Navidad sin bombacha rosa no es una Navidad completa. Digo esto, convencida que cada año que pasa, la tradición de regalar ropa interior de ese color para ser estrenada en Año Nuevo se ha convertido en un verdadero culto. Ritual con características propias, para algunos tiene un origen pagano ligado a la procreación y la fertilidad, mientras que para otros sólo se relaciona con la buena suerte.
La primera y única vez que recibí una llegó de la mano de mi amiga Viviana durante una época en que ella incursionó en este tipo de ventas. En ese entonces no sabía nada de la costumbre y sólo asociaba la presencia de la variedad de modelos y tonalidades de rosados en los locales como una moda.
Hasta que me enteré que tiene todo un mandamiento no escrito que dice: “Regalarás una bombacha rosa a toda mujer con la que compartas la mesa de Navidad”. Queda claro que es más una tradición para madres, tías o abuelas que son las que habitualmente hacen ese tipo de presentes. ¿Díganme si me equivoco? No saltábamos precisamente de felicidad cuando se aparecían con bombachas o medias, aunque tal vez, ahora mucho más modernas y prefieran regalar otro tipo de cosas, la verdad que no sé. En mi caso, a mi mamá nunca se le pasó por la cabeza, nunca le dio importancia a ningún tipo de tradición, inclusive en la actualidad, cuando me ve comprarla para mi hermana.
La cultura popular dice que la bombacha rosa es sinónimo de buena suerte; se entregan en Navidad a las mujeres solteras con el fin de rechazar al demonio, según esta tradición que tiene orígenes paganos. Al parecer ponerse ropa limpia o nueva es una manera de alejar el mal. Pero la pregunta sería: ¿Qué relación tiene esto con la Navidad? Las bombachas rosas
El camino de una explicación sobre el origen de esta costumbre viene por el lado del simbolismo del color rosa. Para los cristianos, la Navidad es una fiesta que recuerda el nacimiento de Jesús. El período litúrgico que precede a estas fechas es conocido como adviento, del latín “adventus”, llegada o advenimiento. Esto es a cuento de que el tercer domingo de adviento los creyentes, en medio de una ceremonia con oraciones y cantos, encienden una vela rosa, simbolizando la alegría de la presencia de Jesús. Y aquí aparece entonces, la referencia al rosado. Abriendo un paréntesis, para la lictomancia -el estudio de las velas-, el color rosa sirve para trabajos sentimentales o de amor. Lo que no estaría del todo errado si se tiene en cuenta que Jesús es también llamado el Esposo.
En una nota publicada en 2012 en el suplemente Las12 del diario Página 12, explicaban respecto de este que tema que fue el cristianismo el que se ocupó bastante de marcar el destino de la vestimenta femenina (¿Será por eso que a ningún varón se le ocurriría usar un calzoncillo rosa en esta fecha?). Machacó a lo largo de los siglos sobre el “vicio” de la preocupación de las mujeres por la vestimenta, la belleza y la moda. Partiendo de la base de que el cuerpo es impuro y el alma pura, planteaba que “la mujer maquillada y lujosamente vestida privilegia la vil exterioridad de su cuerpo, por encima de la preciosa interioridad de su alma”, recuerda Carla Casagrande en Historia de las Mujeres (Taurus). Calificaba la compulsión femenina por la belleza como una actitud degradante, revalorizando la pureza interior; es decir cuanto menos por afuera, mejor por adentro, ¿Será de ahí que viene la elección de la bombacha rosada? ¿Es decir, como una forma de expresar la felicidad por el nacimiento de Jesús usando ropa interior rosada? Jajajaja naaaaaaaaaaa…
Para Tomás de Aquino, el amor de las mujeres por la moda, podía considerarse pecado venial, pero los que lo sucedieron fueron más lejos: lo pusieron en la categoría de mortal. Montaigne sugirió dejar el lujo para las prostitutas para asegurar la degradación de la ropa femenina.

CONTROL SOBRE EL CUERPO
En fin, la moda ha sido método de control sobre los cuerpos femeninos, pero también tuvo efectos contrarios, muy a pesar de los eclesiásticos. Como por ejemplo, el miriñaque, que habría servido para ocultar los resultados de la libertad sexual de sus portadoras. La reina Juana de Portugal, mujer de Enrique IV, conocido como “el impotente”, instaló entre las mujeres de la corte el uso de esta prenda, también llamada guardainfante, para mantener en secreto las consecuencias de una indiscreción.
En la época victoriana los ritos cristianos se retomaron con fuerza. Los rituales en torno a la Navidad reaparecieron –después de la prohibición puritana– cuando el príncipe Alberto instituyó nuevamente su práctica. En 1854 se declaró el dogma de la Inmaculada Concepción y se empezó a festejar en todo el mundo. Entonces, los sacramentos como la Primera Comunión y el Matrimonio también comenzaron a celebrarse. Los casamientos de la reina Isabel y del rey Eduardo se hicieron por primera vez en público con toda la pompa. Sumado a eso, fue la Belle Epoque con sus fiestas mundanas, recepciones, bautismos, y visitas regias, la encargada de instalar la protohistoria del rosa navideño. Eran comunes las fiestas temáticas, donde era común lookearse todo de rosado. Durante esos festejos todo el que asistiera debía vestir desde los tocados a la lencería, según el tema propuesto por el anfitrión: podría ser Oriente o la vida de los faraones, por ejemplo. “Es probable que en las fiestas de temática navideña, se haya impuesto el uso de la lencería rosa”, dice Patricia Rafellini, especialista del Museo del Traje. Que no habla puntualmente de la bombacha porque todavía no existía.
Todavía a principios del siglo XX, la lencería incluía camisa interior, corsé, cubrecorsé y enaguas; luego aparecería el viso, especie de vestido interior que cubría la camisa, el corsé, los calzones y las medias y servía para “recibir” las prendas exteriores. Y despertaba la curiosidad masculina las rarísimas ocasiones en que podía verse en público: en la playa o en estadios deportivos.

LA TRANSFORMACIÓN
Faltaba recorrer un largo camino para llegar a la bombacha como se la conoce en estos días. Un hito fueron los culottes en la década del ‘20, que reemplazaron a los calzones. Los culottes tenían perneras chicas y estaban adornados con pequeñas aplicaciones de encaje y finos bordados. En esa época, también se desarrolló la lencería de lujo: apareció la seda y las combinaciones de pantaloncitos de colores con base en gasa para noches especiales. Así, una vez instalado el uso del rosa navideño, el ímpetu de la moda se habría encargado de expandirlo, sin importar demasiado a qué remitía, a medida que la bombacha fue reduciendo sus proporciones y cambiando de nombre.
De generación en generación, el rito pasa por todas las mujeres de la familia. En cuanto a las fechas, lo que queda claro es que hay que regalarla el 24 de diciembre. ¿Cuándo estrenarla? Dos posibilidades: algunas versiones se inclinan por el 25 (y le asignan un sentido de fertilidad), otras por el 31 y afirman que vestir algo nuevo para comenzar el año es adelanto de prosperidad y buena suerte. 
Así que chicas, señoritas y señoras: ha no olvidarse que pueden ser vedetinas, colaless, bikinis transparentes o bordadas, cualquiera sirve para cumplir con la tradición mientras se mantenga firme el requisito primordial que es el color; así que en antes de Nochebuena no se olviden de comprar, además de el pan dulce, la sidra y los turrones, ¡La bombacha rosa!

1 comentario:

  1. Mi mamá y yo siempre fuimos unas "desubicadas sociales" xq siempre que mi madre me regalaba (y se regalaba)la bombachita, las estrenábamos es misma Nochebuena...

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