Son las 2.30 de la madrugada de
un día lunes. El hombre sabe que en pocas horas tendrá que levantarse temprano,
pero aún así permanece sentado frente a la computadora. Lo está pasando bien
mientras lee, en un grupo de Facebook, frases y comentarios insólitos. Por
momentos ríe a carcajadas. No puede evitar hacer un click sobre el Me
gusta de las historias más desopilantes.
A la misma hora, en otro lugar,
una joven estudiante hace lo mismo. Debería estar terminando un trabajo
práctico para presentar en la facultad, pero ella también está inmersa en
dichos que le resultan muy graciosos e incluso por momentos acota algo,
acompaña con el emoticon de una carita sonriente, o los copia en su muro
personal.
En ese instante, pero en otro uso
horario, una mujer deja de lado su trabajo para cargar una fotografía suya que
le resulta divertida y siente que tiene que compartirla con los seguidores del
grupo. De inmediato comienzan a sumarse los Me
gusta. Mientras goza por el acompañamiento obtenido, busca entre el listado
de personas si hay algún conocido, alguien que le llame la atención, mira sus
fotos de perfil, indaga casi como un detective entre la información que cada
uno deja disponible en la red social.
Pero en medio del placer que le
genera ver cómo se suman los avales, durante una fracción de segundo se
sorprende por la cantidad de desconocidos que están en algún lugar haciendo lo
mismo que ella, y eso le deja la extraña sensación de no estar sola, de saber
que no importa quiénes son sino que comparten el mismo interés, opiniones, el
gusto por estar dispuestos a divertirse y pasarla bien por un rato a cambio de
compartir algo tan simple, y tan
complejo, como frases y fotografías.
Estos tres relatos breves sirven
como ejemplos de lo que ocurre todo el tiempo en las llamadas comunidades y
grupos en las redes sociales, y que en los últimos tiempos se han multiplicado
a un ritmo vertiginoso.
La mayoría de las ocasiones uno
no entiende por qué hace las cosas que hace. Pero en esta caso está claro para
muchos que resulta grato compartirlas, sobre todo en estos sitios virtuales que
garantizan a los usuarios que siempre encontrarán algo con lo cual divertirse,
sorprenderse o por qué no disgustarse, generando empatía con experiencias
negativas que vivieron otros.
Son sitios que se retroalimentan
con las breves historias que cada persona pueda incorporar, cumpliendo una
función integradora, de identificación. Y tal vez sea esa la razón por la cual
se han convertido en un éxito en los últimos tiempos.
SOLO EL PRINCIPIO
Hoy más que nunca la exposición
es condición sine qua non para participar de las redes sociales, y la cantidad
de Me gusta que se consiguen por
ofrecerse, determina el grado de éxito virtual.
Y como estos espacios dan para
todo, uno puede reencontrarse con amigos de la escuela, formar pareja, informarse,
comprar y vender y hasta colaborar con una causa solidaria. Pero es cierto, que
las comunidades que suman mayores seguidores son aquellas en las que los
cibernautas se reúnen para reírse de sí mismos, compartir frases bizarras,
fotos divertidas y algunas ideas originales. Son estas justamente las que
generan el surgimiento permanente de otros sitios similares.
Sin ir más lejos, hace dos años
cobró vida una idea que de inmediato se convirtió en una de las celebridades de
la red al conquistar a los usuarios de Facebook: La gente anda diciendo. Un espacio en la red social en donde se
plasman miles de frases escuchadas al pasar, en plena vía pública; retazos de
conversaciones anónimas que pululan en los colectivos, los bares y las calles.
Muchas de ellas son desopilantes,
otras dramáticas, pero siempre insólitas; relatos brevísimos que reflejan el
sentir y el pensar de estos tiempos; avivan el placer voyeurista del escucha
casual y, sin duda, generan la identificación necesaria para continuar siendo
un éxito. Con más de tres millones de seguidores, los responsables hasta se animaron
a editar un libro que recopila cientos de frases que ya fueron publicadas.
La gente anda diciendo fue sólo el principio. De inmediato sirvió
de ejemplo para otras comunidades en las que los usuarios comparten, no sólo
frases sino también experiencias. Así surgieron: Me lo contó un tachero; Me
pasó en un telo; Me pasó borracho; Me pasó en un ascensor; Los recitales andan
diciendo; La gente anda vistiendo; Me lo contaron por Whatsapp; Me pasó en los
chinos; Me pasó en la facultad; Hoy no tengo filtro; Me deprime...; Le pasó a
un amigo; Perdone mis frases; Te escracho por forro; entre muchísimas otras.
De hecho, es inacabable el
listado de comunidades y grupos de personas que comparten historias breves,
fotografías, experiencias, con el único objetivo de aportar, divertirse,
compartir, sentirse identificados y hasta denunciar.
Y si esto ocurre en todas partes,
no podía faltar que surgieran propuestas en Corrientes y Chaco. Las que mayores
seguidores sumaron son: La UNNE anda diciendo; La Barceló anda diciendo;
Resistencia anda diciendo; La UNNE Derecho anda diciendo; Concepción anda
diciendo; Desmotivaciones correntinas y Corrientes oscura.
LA SOLEDAD DESESPERA
No hay duda que estas comunidades
y grupos resultan ideales para avivar el placer de exhibirse y de mirar de los
usuarios. Pero en la identificación y la sensación de seguridad también está la
clave del éxito. En ese sentido, el médico y psicoanalista correntino Fernando
Abelenda explica que el quid de estos fenómenos sociales a través de las redes radica
básicamente en el miedo a la soledad y en los nuevos espacios de sociabilidad.
Basándose en la idea del escritor
e historiador francés Philippe Ariès, de que en un pasado no demasiado lejano
las ciudades tenían muchos lugares de encuentro cotidiano, explica que lo
normal -por ejemplo- era que un chico estuviera mucho tiempo en la calle.
"Los niños, los adultos y los viejos… todos juntos. En la calle se daba
toda la sociabilidad".
Pero cuando las ciudades
crecieron en número de habitantes y en dimensiones, cada vez fue mayor la
pérdida de esos lugares de encuentro, "la calle se volvió peligrosa y en
conclusión -dice Abelenda- se impuso un tipo de sociedad con hipertrofia de la
intimidad. Cada uno en su casa y cuanto más aislado mejor. Cuanto más poder
adquisitivo se tiene, más se accede al aislamiento del resto. Por ejemplo,
barrios cerrados, o casas inmensas con guardias de seguridad en la puerta".
Pero justamente ese apartamiento es
el que desespera, "yo lo constato en mi consultorio, la soledad enloquece.
En broma digo que cuando quieren castigar a un delincuente preso que ya está
castigado, lo mandan a “aislamiento”, en el caso de los ricos ellos se autocastigan
solos".
Menciona también el dilema del
erizo, una parábola de Arthur Schopenhauer, en el que "los humanos somos
como los puercoespines: si nos acercamos demasiado, nos herimos unos a otros a
pinchazos limpios… y si nos alejamos demasiado… tenemos frío, enloquecemos, etc…
por lo que volvemos a acercarnos y en ese juego estamos todo el tiempo como
sociedad".
Por la misma razón la
proliferación de los grupos, las comunidades en las redes sociales se producen "porque
el ser humano es un ser social por excelencia y encontró la forma a través de
las redes sociales -Facebook, Twiter, Whatsapp, etc.- un modo de relacionarse y
salir de la soledad".
Según el psicoanalista, este modo
de relacionarse no soluciona el problema de la soledad y de la neurosis que
esta produce. "Las redes sociales y sus grupos no terminan de reemplazar
al contacto con otros seres humanos, pero funcionan como nuevos espacios
sociales", y entiende que sus consecuencias se verán a futuro. "Esta
es una explicación para la proliferación de grupos en las redes sociales, con
mayor o menor nivel de intimidad entre sus miembros", entiende que con los
años se verá si resultan positivas o no.
"Es impresionante cómo todo
pasa en torno a las redes… allí se dan debates ideológicos, políticos, éticos,
amores y odios. Cuando se empezó a usar internet se vio que el principal uso
era el chat, es decir, el contacto entre la gente. Hace unos años escribí un
artículo que se llamaba "Dónde estás amor de mi vida que no te puedo
encontrar", en el que colocaba al chat como el corazón de internet en la
búsqueda afectiva, ahora es más sofisticado aún".
UN MILLÓN DE AMIGOS
El miedo a la soledad al que hace
referencia Abelenda y cómo se busca mitigarlo a través de las redes sociales
también forma parte de la explicación que el sociólogo, filósofo y ensayista
polaco, Zygmunt Bauman, encontró hace unos meses para referirse a las redes
sociales y en particular a Facebook.
"El éxito del invento de
Zuckerberg consiste en haber entendido necesidades humanas muy profundas, como
la de no sentirse solo nunca, siempre
hay alguien en el planeta que puede ser “amigo” tuyo y vivir en un mundo
virtual donde no hay dificultades ni riesgos, no hay discusiones, las rupturas
son sencillas y pasan rápidamente al olvido, todo es infinitamente más
soportable que en la vida real".
Casi como vaticinio de estos
tiempos, en sus libros Tiempos líquidos.
Vivir en una época de incertidumbre y Vida
de Consumo, ya hacía referencia a la sociabilidad on line y a que la vida
social se desarrolla en compañía de una computadora, un iPod o un celular, y
sólo secundariamente con otros seres de carne y hueso.
Con esa inevitable mirada crítica
que caracteriza su obra, insiste en que “todo es más fácil en la vida virtual,
pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”. Los grupos
de amigos o las comunidades de vecinos “no te aceptan porque sí, pero ser
miembro de un grupo en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500
contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya”.
Por eso, tal vez hoy más que nunca
sea comprensible la expresión "acompáñame a estar solo". Salvando las
distancias entre el verdadero significado que quiso darle Ricardo Arjona a la
canción, la letra bien puede aplicarse a la necesidad de sociabilizar a través
de las redes huyendo de la soledad: "Acompáñame a estar solo / A purgarme
los fantasmas / A meternos en la cama sin tocarnos / Acompáñame al misterio / De
no hacernos compañía / A dormir sin pretender que pase nada. / Acompáñame a
estar solo / Acompáñame al silencio / De charlar sin las palabras / A saber que
estás ahí y yo a tu lado / Acompáñame a lo absurdo de abrazarnos sin contacto.
/ Tú en tu sitio yo en el mío / Como un ángel de la guarda / Acompáñame a estar
solo.
NdR: La nota pertenece a Mariela Mioni y fue publicada en el suplemento La Correntina, en la edición del domingo 30 de noviembre de 2014.
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