domingo, 27 de enero de 2013

Parque Chas, un mundo de historias extravagantes


La responsabilidad de todo es de Alejandro Dolina. Tal vez de Tomás Eloy Martínez. Del guionista Ricardo Barreiro y el dibujante Eduardo Risso o de Jorge Luis Borges. También hizo lo suyo el poeta barrial Luis Luchi, o por qué no del escritor Hernán Torrado.

Asimismo pudo haber sido el novelista y director de cine Eduardo Mignona; seguramente Guillermo Barrantes y Víctor Coviello; las miles de personas que residen en Parque Chas o quizá nadie.

Lo cierto es que distintas crónicas porteñas ubican al barrio como un laberinto urbano en dónde todo puede pasar, como bien dicen: un Triángulo de las Bermudas en Buenos Aires.
Las historias proliferan y trascienden de boca en boca en tiempo y espacio. Ellas hablan de personas que entraron y nunca pudieron salir. De taxis que se pierden y se encuentran a sí mismos en el recorrido. De un colectivo que lleva a los incautos pasajeros al Infierno. De una esquina imposible donde a medianoche se abre un portal hacia otra dimensión. De expediciones de extranjeros que nunca pudieron dar vuelta a una manzana muy misteriosa. Calles circulares que no llevan a ninguna parte, de una ventana que está prohibida abrir. Un monstruo escondido en las cloacas, e inclusive de una extensión secreta de una línea de subterráneos ordenada por Perón. De todo esto y mucho más son responsables todos ellos.
Parque Chas está plagado de historias insólitas y a su vez es un enigma en sí mismo. Y por eso me gusta.

Estos días estuve releyendo “Perdidos en Parque Chas”, no la historia escrita por Alejandro Dolina en sus “Crónicas del Ángel Gris”, sino el relato que hacen Barrantes y Coviello en “Buenos Aires es Leyenda 2” acerca de las intrigas más sobresalientes de ese barrio, donde es fácil entrar pero también es muy fácil extraviarse al llegar a una esquina. Y me acordé de la cantidad de veces que habré transitado a pie por esas calles. Por lo menos desde los 9 hasta los 20 años seguro, sino es más. Dos amigas mías vivían y viven allí. Y debo reconocerlo: nunca, nunca, pero nunca me perdí.

¿Será porque yo era casi como del barrio? Es cierto, prácticamente día por medio estaba instalada en la casa de alguna de ellas. ¿Será por esa razón que Parque Chas me permitía entrar y salir como si fuera una habitante más del lugar?



Sin duda fue como mi segundo barrio. Yo vivía en Villa Urquiza, en Mendoza y Pacheco. Hasta Tréveris y Gamarra tenía unas 12 cuadras. El camino era bastante concreto. Avenida Triunvirato derecho hasta La Pampa y desde allí ingresaba por Benjamín Victorica hasta Londres, para encontrar la plaza Capitán Domingo Fidel Sarmiento. De ahí sabía que en la continuación, llamada Gamarra, sólo me quedaba una cuadra más, doblar a la izquierda y ya estaba.

Otras veces, si tenía ganas de caminar un poco más continuaba por avenida Triunvirato hasta la intersección con Gándara y entraba cuatro cuadras. Como no podía con mi genio, en alguna oportunidad me decidía a caminar derecho por la avenida Donato Álvarez (hoy Combatientes de Malvinas) hasta el encuentro con Gándara y Triunvirato. O bien, por avenida de Los Incas hasta Gamarra y allí ingresaba sólo una cuadra hasta Tréveris.

Para mí era ir a ver a mis amigas. Pero también era puro paseo. Mis padres me ensañaron a pasear. A recorrer, caminando, las calles para que supiera ubicarme. Hubo veces que atravesé todo el barrio de Parque Chas y terminé en avenida De los Constituyentes. Tomaba colectivos que me llevaban a algún lugar, aunque no fuera muy lejos del barrio. Conocer dónde vivía y qué había alrededor era toda una aventura. Lástima que en ese entonces no estuviera al tanto de las historias que conozco ahora. Hubiera sido muchísimo más divertido. Los recorridos habrían tenido más expectativa. Estoy segura que hubiera transitado cada calle tratando descubrir cada misterio oculto. Pero bueno, hoy los recuerdo con nostalgia. Claro. No es tarde, siempre puedo ir y listo.

LA MANZANA MISTERIOSA

Mientras tanto, me divierto con los relatos fantásticos que encuentro. Como por ejemplo el que popularizó Alejandro Dolina en “Historia de la manzana misteriosa de Parque Chas” (Crónicas del Angel Gris, Editorial Colihue - 1996), que aquí transcribo:

"Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.

No es posible dar la vuelta a esa manzana.

Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.

Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aún después de doblar una esquina.

En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza.

Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.

Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás.

En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.

Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Ávalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar.

En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas".

SIN SALIDA

En el capítulo “Refutación de los Viajes”, incluido dentro de sus Crónicas del Ángel Gris, Alejandro Dolina imaginó también una desopilante historia que tiene a Parque Chas como escenario.

"Perdidos en Parque Chas es la crónica de una frustrada noche de garufa. Mandeb y sus amigos fueron invitados a un baile en la calle Bucarest. Desdeñando las advertencias de los hombres sabios, se internaron en el barrio sin salida. Y ya se sabe lo que ocurre en Parque Chas: uno se pierde irremediablemente. Vale la pena transcribir unas líneas.

A eso de las doce, llegamos a la misma cigarrería. Ya era la quinta vez. Como en las otras ocasiones, interrogamos al viejo que la atendía. Sus indicaciones fueron nuevamente distintas. Loco de furor, salté sobre el mostrador y comencé a estrangularlo.

-Viejo mentiroso... ¿Cuál es la calle Bucarest? ¿Cómo se sale de este infierno?

El anciano acabó por confesar que no lo sabía. Muy compungido, admitió que él mismo había desembocado en Parque Chas en 1939. No había podido salir de allí, se resignó a instalar un quiosco, gracias al cual sobrevivía, aunque abrigaba el secreto anhelo de volver a Villa Crespo, barrio del que nunca debió salir.

Este capítulo finaliza con la providencial intervención de un taximetrero, quien si bien no acertó a llevarlos a la calle Bucarest por lo menos los sacó -después de varias horas- a la Avenida de los Incas".

UN PLAN SECRETO

Tomás Eloy Martínez, en su libro Cantor de Tango (Editorial Planeta -2004), hace referencia al barrio. Aquí un fragmento del penúltimo capítulo cuya historia se ubica en Parque Chas:

"Una tarde, distraído, encontré un largo apartado sobre Parque Chas, y mientras lo leía, pensé que ya era tiempo de conocer el último barrio donde había cantado Martel. Según informaba el bibliotecario, el paraje debe su nombre a unos campos infértiles heredados por el doctor Vicente Chas, en cuyo centro se alzaba la chimenea de un horno de ladrillos. Poco antes de morir en 1928, el doctor Chas libró un pleito enconado con el gobierno de Buenos Aires, que pretendía clausurar el horno por el daño que causaba a los pulmones de los vecinos, a la vez que impedía prolongar hacia el oeste el trazado de la avenida de los Incas, bloqueado por la brutal chimenea. La verdad era que el municipio eligió ese lugar para ejecutar un ambicioso proyecto radiocéntrico de los jóvenes ingenieros Frehner y Guerrico, cuyo diseño copiaba el dédalo sobre los pecados del mundo y la esperanza del paraíso que está bajo la cúpula de la iglesia San Vitale, en Ravenna.

Bonorino conjeturaba, sin embargo, que el trazado circular del barrio obedecía a un plan secreto de comunistas y anarquistas para proporcionarse refugio en tiempos de incertidumbre. Su tesis estaba inspirada en la pasión por las conspiraciones que caracteriza a los habitantes de Buenos Aires. ¿Cómo explicar, si no, que allí la diagonal mayor se hubiera llamado La Internacional antes de ser la avenida General Victorica, o que la calle Berlín figurara en algunos planos como Bakunin, y que una pequeña arteria de cuatrocientos metros se llamara Treveris, en alusión a Trier o Trèves, la ciudad natal de Karl Marx?

"Un colega de la biblioteca de Montserrat avecindado en Parque Chas", anotó Bonorino en su cuaderno, "me guió una mañana por ese enredo de zigzags y desvíos hasta llegar a la esquina de Ávalos y Berlín. Para poner a prueba las dificultades del laberinto, insistió en que me alejara cien metros en cualquier dirección y regresara luego por el mismo derrotero. Si tardaba más de media hora, prometía ir en mi busca. Me perdí, aunque no sabría decir si fue a la ida o a la vuelta. Ya el blanco sol intolerable de las doce del día era el sol amarillo que precede al anochecer, y por más vueltas que daba, no conseguía orientarme. En un rapto de inspiración, mi colega salió a rastrearme. Oscurecía cuando me vio por fin en la esquina de Londres y Dublín, a pocos pasos del sitio donde nos habíamos separado. Me notó, dijo, desencajado y sediento. Cuando volví de la expedición, me acometió una fiebre persistente. Cientos de personas se han perdido en las calles engañosas de Parque Chas, donde parece estar situado el intersticio que divide la realidad de las ficciones de Buenos Aires. En cada gran ciudad hay, como se sabe, una de esas líneas de alta densidad, semejante a los agujeros negros del espacio, que modifica la naturaleza de los que la cruzan. Por una lectura de viejas guías telefónicas deduje que el peligroso punto está en el rectángulo limitado por las calles Hamburgo, Bauness, Gándara y Bucarelli, donde algunas casas fueron habitadas, hace siete décadas, por las vecinas Helene Jacoba Krig, Emma Zunz, Alina Reyes de Aráoz, María Mabel Sáenz y Jacinta Vélez, convertidas luego en personajes de ficción. Pero la gente del barrio lo sitúa en la avenida de los Incas, donde están las ruinas del horno de ladrillos."

Lo que decía Bonorino no me permitía entender por qué Martel había cantado en Parque Chas. El delirio sobre la línea divisoria entre realidad y ficción nada tenía que ver con sus intentos anteriores por capturar el pasado -nunca creí que el cantor se interesara por el pasado de la imaginación-, y algunos relatos populares sobre las andanzas del Pibe Cabeza y otros malvivientes por el laberinto carecían de vínculos, en caso de ser ciertos, con la historia mayor de la ciudad.

Pasé dos tardes en la biblioteca del Congreso informándome sobre la vida de Parque Chas. Verifiqué que allí no se habían abierto centros anarquistas ni comunistas. Busqué con prolijidad si algunos apóstoles de la violencia libertaria -como los llamaba Osvaldo Bayer- hallaron refugio en el dédalo antes de ser llevados a la cárcel de Ushuaia o al pelotón de fusilamiento, pero sus vidas habían sucedido en lugares más céntricos de Buenos Aires.

Ya que el barrio me resultaba tan esquivo, fui a conocerlo. Una mañana temprano abordé el colectivo que iba desde Constitución hasta la avenida Triunvirato, enfilé hacia el oeste y me interné en la tierra incógnita. Al llegar a la calle Cádiz, el paisaje se convirtió en una sucesión de círculos -si acaso los círculos pueden ser sucesivos-, y de pronto no supe dónde estaba. Caminé más de dos horas sin moverme casi. En cada recodo vi el nombre de una ciudad, Ginebra, La Haya, Dublin, Londres, Marsella, Constantinopla, Copenhague. Las casas estaban una al lado de la otra, sin espacios de separación, pero los arquitectos se habían ingeniado para que las líneas rectas parecieran curvas, o al revés. Aunque algunas tenían dinteles rosas y otras porches azules -también había fachadas lisas, pintadas de blanco-, era difícil distinguirlas: más de una casa llevaba el mismo número, digamos el 184, y en varias creí observar las mismas cortinas y el mismo perro asomando el hocico por la ventana. Caminé bajo un sol impío sin cruzarme con un alma. No sé cómo desemboqué en una plaza cercada por una reja negra. Hasta entonces sólo había visto edificaciones de una planta o dos, pero alrededor de aquel cuadrado se alzaban torres altas, también iguales, de cuyas ventanas colgaban banderas de clubes de fútbol. Retrocedí unos pasos y las torres se apagaron como un fósforo. Otra vez me vi perdido entre las espirales de las casas bajas. Desandé el camino hacia atrás, tratando de que cada paso repitiera los que había dado en dirección inversa, y así volví a encontrar la plaza, aunque no en el punto donde la había dejado sino en otro, diagonal al anterior. Por un momento pensé que era víctima de una alucinación, pero el toldo verde bajo el cual acababa de estar hacía menos de un minuto brillaba bajo el sol a cien metros de distancia, y en su lugar aparecía ahora un negocio que se postulaba como El Palacio de los Sandwiches, aunque en verdad era un kiosco que exhibía caramelos y refrescos. Lo atendía un adolescente con una enorme gorra de visera que le cubría los ojos. Me alivió ver al fin un ser humano capaz de explicar en qué punto del dédalo nos encontrábamos. Atiné a pedirle una botella de agua mineral, porque me consumía la sed, pero antes de que terminara la oración el muchacho respondió "No hay", y desapareció detrás de una cortina. Durante un rato golpeé las manos para llamar su atención, hasta que me di cuenta que mientras yo estuviera allí no regresaría.

Antes de salir, había fotocopiado de la guía Lumi un mapa de Parque Chas muy detallado, que mostraba las entradas y salidas. En el mapa había un espacio grisado que tal vez fuera una plaza, pero su forma era la de un rectángulo irregular y no cuadrada como la que tenía frente a mí. A diferencia de las callejuelas por las que había caminado antes, en la que ahora estaba no había placas con nombres ni números en la fachada de las casas, por lo que resolví avanzar en línea recta desde el kiosco hacia el oeste. Tuve la sensación de que, cuanto más andaba, más se alargaba la acera, como si estuviera moviéndome sobre una cinta sin fin.

Era mediodía según mi reloj, y las casas por las que pasé estaban cerradas y, al parecer, vacías. Tuve la impresión de que también el tiempo estaba desplazándose de manera caprichosa, como las calles, pero ya me daba lo mismo si eran las seis de la tarde o las diez de la mañana. El peso del sol se volvió insoportable. Me moría de sed. Si descubría signos de vida en alguna casa, llamaría y llamaría sin parar hasta que alguien apareciera con un vaso de agua".

HISTORIETA PROPIA

El barrio fue epicentro de un cómic. Increíble pero real. Cuando lo leía no podía creerlo. Según encontré, en 1987 desde el número 36 de la revista Fierro (Ediciones de la Urraca), comenzó a publicarse “Parque Chas”. Alrededor de esa zona de Buenos Aires cuya forma repite la de un signo cabalístico y en la que los taxistas se pierden, el guionista Ricardo Barreiro y el dibujante Eduardo Risso situaron en esa zona de Buenos Aires una historieta poblada de mitos y leyendas.

Contaban historias unitarias y fantásticas. Una ventana que estaba prohibido abrir. Una patota de niños extraterrestres. Otro grupo de ciegos que atacaban a la gente. Un automóvil asesino. Un monstruo escondido en las cloacas. Casanova vuelto a la vida y un sinfín de historias.

Tiempo después los autores decidieron continuar la serie, que ya habían publicado en Francia e Italia. Recuperaron a los personajes de la primera, inclusive, en el primer capítulo, a Casanova, además de Aitana y el protagonista: "La pareja se enfrentaba en los túneles de Parque Chas contra los Krig's, criaturas de otro planeta que amenazaban a la Tierra. El cuco salvaba a los héroes a último momento y así encontraban la salida, que los llevaba hasta el Obelisco".

Un trabajo fantástico por su calidad en los dibujos y en las historias en sí mismas, el cual aún se puede conseguir en internet.

En el inicio de las crónicas gráficas los autores señalaban: "Pocas veces los forasteros han tenido que ver con el barrio y sus enigmas. Y así fue para mí también hasta aquel invierno de ´76. A partir de aquella desestabilizadora experiencia experiencia me convertí en un maniático coleccionista de cuanta información pudiese encontrar respecto del tema. Fue poca".

"Al parecer la urbanización fue proyectada por un arquitecto francés, un tal Carlos o CharlesThays, a principios de siglo. Thays habría sido también responsable de los planos del Jardín Zoológico de Buenos Aires y –según algunos testimonios- debería haberse encargado de la construcción de la que sería luego la Línea A de subterráneos. Al parecer el desagrado que produjeron ciertos accidentes producidos durante la construcción del barrio hicieron que influyentes funcionarios públicos de la época se opusieran a que el francés se hiciera cargo de la obra".

Toda referencia histórica acerca de Parque Chas está teñida por la incertidumbre del rumor nunca confirmado. "Según Delih -biógrafo de H.P Lovecraft- el enigmático escritor norteamericano habría vivido hacia 1920, durante dos años en una casona de calle Berlín. Se atribuye también a cierto cuento perdido de Borges -que la mayoría de los expertos considero apócrifo, una curiosa fantasía en donde Recabarren se oculta en Parque Chas, para desde allí gritarle falta envido a la muerte que lo busca para el Truco Final".

Y como si esto no fuera poco, hasta el dibujante REP, se encargó de hacer una viñeta de humor haciendo referencia a todo lo que se pierde en Parque Chas.

LA CONDICIÓN DEL TIEMPO

En su libro Evaristo Carriego (1930) Jorge Luis Borges, hace mención al transcurrir diferente del tiempo en ese barrio:

"...Yo no he sentido el liviano tiempo en Granada, a la sombra de torres cientos de veces mas antiguas que las higueras, y sí en Pampa y Triunvirato: insípido lugar de tejas anglizantes ahora, hornos humosos de ladrillos hace tres años, de potreros caóticos hace cinco. El tiempo -emoción europea de hombres numerosos de días, y como su vindicación y corona- es de más imprudente circulación en estas repúblicas. Los jóvenes, a su pesar lo sienten. Aquí somos del mismo tiempo que el tiempo, somos hermanos de él".

LA REPÚBLICA DE PARQUE CHAS

Para los vecinos del barrio el poeta Luis Luchi es inolvidable. Es casi como un prócer del barrio y él hacía hincapié a la necesidad de que se fundara la República de Parque Chas.

Luis Yanischevsky Lerer, más conocido por su pseudónimo Luis Luchi, fue hijo de inmigrantes rusos que nació en Buenos Aires, en Villa Crespo, el 11 de octubre de 1921. A los cinco o seis años de edad se mudó con su familia a Parque Chas y ése fue su barrio. En esos tiempos, Parque Chas era geográficamente un potrero con unas pocas casas dispersas y, étnicamente, un crisol de razas: rusos, polacos, italianos, españoles, turcos, alemanes y, por supuesto, criollos, compartían los mismos límites.

Luchi fue creciendo junto con el barrio, conviviendo con las distintas lenguas y costumbres (poema "Che, turco"), quizás influido por su propia familia, militó activamente en el Partido Comunista y fue evolucionando hacia el anarquismo, lo cual se reflejó en su obra (les diré / tratando de no hacer mal a nadie / préstenme las obras de Kropotkin / que tengo ganas de leer).

Trabajó como obrero gráfico en editorial Atlántida y como vendedor viajante de libros, sin embargo, después decide dedicarse a la poesía, manteniéndose al margen de la cultura oficial. Gran parte de su vida la vivió en ese barrio. Luego llegarían los días en Barcelona (España).

En su casa de Bauness y Bauness -Bauness entre Bauness y Atenas, para ser más precisos-, era fácil encontrar a Luchi durante el día, sentado en una habitación tapizada con libros del piso al techo, leyendo o escribiendo.

En Parque Chas, tenía su "despacho" en el bar de Triunvirato y La Pampa. Le gustaban los bares a la vieja usanza. Siendo consciente, además, de la personalidad del barrio y como buen anarquista, la fundación de la República Independiente de Parque Chas se había transformado en un objetivo a corto plazo. Decía que sobre Pampa, "nuestro río navegable", debían anclar los barcos “para defendernos de los ataques de Villa Urquiza”. Había elaborado numerosas tácticas militares, envidia de los mejores estrategas, para sorprender al enemigo en esa especie de tela de araña, contándose entre las más eficaces la cita en Ávalos y Berlín…

Este poeta falleció el 21 de octubre de 2000  en Barcelona.

Entre sus poemas sobre Parque Chas s encuentra “Relaciones de la Familia Chas con mi familia y la de los vecinos”, donde plasmó su percepción de la vida y los vecinos en aquel lugar donde se crió:

Me gustaría empezar por ellos
para que no me duela tanto
por haber sido niño de acción
con los materiales del río de la luna,
de las obras en construcción
y los días calurosos en que se vivía
y no se dejaba vivir.
Hijos dilectos de la calle
consagrados a crecer
con los cuatro elementos
y la escarcha que congelaba el barro.
Allí se clavaron banderas invencibles
hacia todos los sentidos del paraíso
cambiando los trapos por zapatos
en los Incas y Triunvirato
para que Ramón el portero
nos dejara entrar en la escuela.
El Pampero que apagaba las mechas,
alumbrados a kerosén.
El agua que llovía de arriba
y de abajo cuando Pampa
nuestro río navegable
inundando los pozos ciegos
y los mates se tomaban con agua hervida.
El fuego rimaba con carbón,
los que después fueron árboles
crecían a la par de nuestra estatura,
dejándonos abajo,
reforzados con alambre
se convertían en cercos
para que cada familia
tuviera sus peleas privadas.
Bosque de cardos, abrojitos,
yuyos altos estimulando zoologías inclasificables,
cortina protectora de miradas curiosas
de su función de servicios y violaciones.
Cuánta, Dios, cuánta pureza, dios, cuánta.
Y cómo llegar grandes
apoyados en ladrillos de canto
señores Grosso Toscanos Avanti La Estrella
que en vez de convertirnos
en su mano de obra barata
nos tomábamos el tranvía siete
y volvíamos a veces de visita
y agitados y tarde
a los velorios de los abuelitos.

EL COLECTIVO DEL INFIERNO

Por otra parte, el escritor Hernán Torrado, del que no pude averiguar mucho, sólo que escribió dos libros “La Siberia” y “Después de Babel Cuentos”, hizo hace un tiempo un relato de la historia de los colectivos que se perdían en Parque Chas y que contribuyó a generar un mito en torno al barrio, aquí se los dejo:

Línea 187
Tómese cualquier calle de Buenos Aires, Quintino Bocayuba, por ejemplo. Si usted la sigue en un sentido determinado, en algún momento llegará al río; de esta manera, todas las calles de Buenos Aires conducen al Plata, menos las de Parque Chas.

Dicen las malas lenguas, que Luis Luchi -quien vivió en la esquina de Bauness y Bauness- salió una tarde a dar un paseo por Parque Chas. Descuidado, dobló en una esquina y apareció en Barcelona. Le gustó y se quedó.

En el “manual del buen taxista” está terminantemente prohibido tomar por aquellas calles que tengan nombre de capital europea. Las probables salidas conocidas, son tres: la esquina de Triunvirato y Tamborini, la de Juan Bautista Alberdi y Víctor Martínez (en Caballito) y la ciudad donde reside Luchi.

Sin embargo, la línea 187 penetraba en el barrio. En un principio era el 9. Después tuvo el número 107, pero, como ya había otros que usaban esa cifra los directivos desistieron de su propósito y adoptaron el mitológico 187, que iba desde Chacarita hasta José León Suarez. Los propietarios eran los mismos que los de la 127.

Destino funesto el de esta línea cuyo fin estaba marcado por los dioses aún antes de que planificara su existencia. Quien creó el recorrido quiso que pasara por esa demostración práctica del eterno retorno que es Parque Chas, donde las calles van en círculo, naciendo y muriendo en un mismo punto en una redestrucción y una reconstrucción. Para atravesar el barrio fue menester la confección de mapas y hojas de ruta, que los choferes llevaban pegadas en los vidrios para no perderse.

En la noche del 6 de marzo de 1983, un grupo de delincuentes entró en la terminal de la línea 187. Robaron cinco millones de pesos argentinos y, a modo de chanza, sacaron de los coches los mapas que indicaban cómo cruzar Parque Chas y los tiraron en una desconocida alcantarilla de la avenida Triunvirato. Los dueños no encontraron quien les confeccionara nuevos mapas y, como los originales se habían perdido en 1957, al poco tiempo todos los coches estaban extraviados en el barrio.

Sólo se volvió a ver a un chofer con su pasaje que, cuando al coche se le acabó el gasoil, lograron alcanzar a pie, y muy a duras penas, la Avenida de los Incas. Se salvaron después de meses de peregrinar.

Cuenta una vieja leyenda que en Parque Chas se encontraba una de las tantas entradas al infierno. Dicen que el mismísimo Bel Zebuth solía captar adeptos en un ómnibus de esta línea, el interno 666. Quienes tomaban ese colectivo solo sacaban pasaje de ida para el averno y nunca más se los volvía a ver.

Aún después de la extraña pérdida de la línea, hay testigos que afirman haber visto al coche 666 subiendo a los últimos despistados, que no tenían noticias sobre la extraña desaparición de los 187 y todavía esperaban ilusionados el colectivo.

Con Daniel Quintero, una noche seguimos a pie el recorrido de la 187 para obtener carteles que demostraran la existencia de esta línea. Mientras desatornillábamos uno de los que había hecho instalar Cacciatore, vimos sorprendidos que a la vera del cordón se había detenido un coche. Era el interno 666. Desde la puerta nos invitaban a subir: no aceptamos.

Según expertos en este tema, el príncipe de las tinieblas y Señor de las Moscas dejó hace algunos meses el 187 y hoy se muestra galante en un 112.

Durante algún tiempo mis amigo utilizaron esta pequeña noticia histórica para ganarse la simpatía de las minusas en las bailantas del Once, con resultados bastantes satisfactorios. Ariel Yapur, sin ir más lejos, anduvo durante meses con un bagayo que igual se habría levantado sin necesidad de contarle esta historia; pero él le atribuía propiedades mágicas, creía que entre líneas se encontraba una palabra secreta que lograba automáticamente el sometimiento del sexo opuesto. Después se rectificó. Curiosamente, nunca usé esta historia con los fines altruistas que le dieron mis amigos.

LA ESQUINA IMPOSIBLE Y OTRAS HISTORIAS MÁS

En su segundo libro, Buenos Aires es Leyenda 2, Guillermo Barrantes y Víctor Coviello retoman la historia del colectivo del Infierno, pero primero describen a que ese sector de la Ciudad como “finito e ilimitado” y sostienen:

"(...) Es que este singular barrio porteño parece funcionar como un Cosmos independiente, con sus propias leyes geométricas y físicas, donde es fácil entrar y muy difícil salir, donde sus calles parecen curvadas en misteriosas dimensiones, como si se tratara de una trampa urbana, de un juego de ingenio, de un Cubo de Rubik para las manos de un gigante.

Finito e ilimitado. Podemos transitar algunos sectores de Parque Chas durante horas sin trasponer jamás los límites del barrio, como si este no tuviera fin. Pero la ilusión se extiende hasta que nos damos cuenta de que no hemos estado haciendo otra cosa más que recorrer las mismas calles una y otra vez.

Los mitos urbanos tampoco parecen poder escapar del laberinto que proponen los senderos de Parque Chas. Historias de aparecidos y desaparecidos, de caminos sin salida y de personas perdidas, van y vienen por el barrio, desconcertando aún más a los descuidados que entran en su engañosa geometría".

Según relatan Barrantes y Coviello en “Perdidos en Parque Chas” los vecinos de esa zona no quieren que en sus calles se metan ni autos ni colectivos, porque “lo único que hacen es contaminar y hacer ruido. Los de Parque Chas preferimos caminar”, explicó a los autores uno de los consultados.

En ese sentido estos cazadores de mitos y leyendas aseguran que “hasta ahora se han salido con la suya. No existe línea de colectivo que pase por la parte más interna del barrio. Esta realidad ha sido inspiradora de más de una historia, como la del “Colectivo de los muertos”.

La historia es sencilla y siniestra. Dicen que "cierto día años atrás, un colectivo de la línea 187 que, lleno de pasajeros, transitaba por la calle Bucarelli, ubicada dentro de Parque Chas, tuvo que desviarse hacia el corazón mismo del barrio, ya que parte de la calle estaba cerrada por reparaciones. Así lo hizo, y una vez dentro, se perdió. Su conductor dio vueltas y vueltas tratando de encontrar la salida. Pasó tanto tiempo que la gente en el interior del vehículo se fue muriendo de sed y de hambre. Aseguran que aún hoy el colectivo continúa yendo y viniendo por las calles de Parque Chas con todos sus pasajeros muertos, cadáveres que todavía buscan a través de la ventanilla una calle, un desvío que los lleve fuera del barrio.

El mito tiene su anclaje en la realidad. La última línea de colectivos que se atrevió a incluir parte de su recorrido dentro de la “zona geométricamente peligrosa” de Parque Chas fue la 187. Cruzaba el barrio como bien dice la historia por la calle Bucarelli.

Pasaron ya unos 20 años de la quiebra, pero algunos agrandan la leyenda diciendo que no quebró, sino que todos sus vehículos fueron desapareciendo, uno a uno, dentro de Parque Chas".

Esta versión quizá esté relacionada con otra historia barrial que incluye como protagonista al mismo medio de transporte: el cuento de Hernán Torrado, inspirado también en la desaparecida línea de colectivos que ya quedó plasmada más arriba.

En la misma narración se hace mención a una vieja leyenda que señala la existencia de una de las entradas al Infierno en el interior del mismo barrio. Y uno de los internos de la 187 conduciría a ella, el 666.

Coviello y Barrantes destacan que no sólo es una relación entre rumor y relato, sino que hay personas que aseguran que muchos detalles del cuento de Torrado están basados en datos reales.

Pero hay otra historia que también plasman en el mismo mito, de un taxi que se perdió entre las calles. Una crónica de los años 70, cuyo autor se desconoce y del que sólo se conoce la firma de su seudónimo: Triste Pegaso.

En una versión propia, los escritores sostienen que la narración comienza haciendo hincapié en que casi no se ven taxis dentro del corazón de Parque Chas, que la mayoría de ellos lo evitan.

"(...) Pero no habría historia sin un valiente conductor que desafiara a aquel laberinto. El taxista hace su aparición y se pierde. Luego de ir desorientado durante algunas horas desemboca en la calle Berlín, girando a la derecha, lo primero que ve delante de él es una plaza. Entonces sintió una frenada y un golpe en la parte trasera del vehículo. Otro taxi perdido como él seguramente lo había embestido desde atrás. En otro momento se hubiera bajado y hubiera discutido. Pero ni siquiera se detuvo sino que siguió en marcha lenta. No estaba de ánimo, sólo quería salir de aquel pandemónium. Además el golpe no había sido tan fuerte, no podía haber sufrido más que unos rasguños.

El espejo retrovisor le reveló que el otro taxi sí se había detenido. También alcanzó a ver cómo el atolondrado que lo manejaba descendía del auto. La silueta de aquel conductor, un tanto difusa en el espejo que no dejaba de temblar, pareció detenerse luego de dar unos pasos. Quizás el hombre había descubierto, como él había supuesto ya, que no valía la pena discutir por aquello.

Decidió continuar su marcha sin desviarse. “Si sigo una misma calle -se dijo-, tarde o temprano tengo que terminar fuera del barrio”. Así que continuó por Berlín, y continuó, y continuó, hasta que sospechó que ya debía haber traspasado los límites de Parque Chas. Entonces fue que sucedió: de repente, delante de él, desde la calle lateral que estaba por cruzar, apareció otro taxi y tomó Berlín. Él clavó los frenos para no chocarlo pero no pudo evitar el contacto. La trompa de su taxi dio contra el baúl del tarado ese. Dos choques en un rato era demasiado. Este tipo sí que lo iba a escuchar. Se bajó del auto y dio unos pasos hacia el otro taxi. El tarado además de tarado era cobarde: no sólo no se había bajado de auto, sino que no paraba su marcha, pretendía escaparse. Cuando se disponía a correr para, al menos, descargar su bronca abollándole el baúl de un trompazo, se paró en seco.

No todos recuerdan el número de patente de su vehículo. Él sí. Le había tocado un número fácil de recordar, una cifra capicúa. La misma que se alejaba ahora colgada de la parte trasera del taxi de aquel tarado.

Pensó en una casualidad, en la posibilidad que dos taxis con la misma patente coincidieran en la misma calle… Entonces miró a su alrededor y entendió: Ahí estaba la plaza, la misma plaza que había visto al tomar aquella calle. Había regresado al comienzo de Berlín, o mejor dicho, al mismo lugar por donde él había ingresado a Berlín.

Pero no se trataba de un retorno físico solamente, sino también temporal, pues había llegado al mismo lugar en el mismo momento en que… ¡Él mismo tomaba la calle! ¡Justo a tiempo para chocar su propio taxi!"

Y explican los autores: "Digamos que la fábula del eterno retorno del taxi perdido tiene su basamento en que Berlín es una calle circular, una serpiente que se muerde la cola, un ouroboros urbano. Cualquiera que lo tome y pretenda transitarla hasta donde termina, andará y andará eternamente. Es que Berlín, como dijimos al principio, no es infinita pero es ilimitada. Lo extraño es que el taxista de la historia no lo supiera. Con tener un plano más o menos detallado de la Capital Federal hubiera evitado la paradoja".

Pero hay una tercera historia que retratan en las leyendas del barrio. Se trata de un hombre perdido. No se sabe de dónde vino ni cuándo apareció en Parque Chas, pero dicen que hace años deambula por las calles del barrio y que cuando tiene hambre o sed, golpea en alguna casa pidiendo  un plato de comida o un vaso de agua.  La leyenda asegura que aquella persona que no se solidarice con el hombre caerá en desgracia hasta que éste no encuentre la salida. Inclusive sostiene que no son pocas las personas del barrio que creen en la advertencia, es por eso que algunos linyeras aprovechan el mito y golpean en las casas sabiendo que recibirán algo a cambio.

No obstante habría un hecho real en esta historia que servió para el origen del mito. Según cuentan los vecinos todo comenzó con Isidoro Pueyrredón, hace ya unos 30 años. El pobre Isidoro vivía en Villa Urquiza, a unas 15 cuadras del barrio. A él le encantaba Parque Chas. Como se había jubilado joven, para no aburrirse solía caminar y pasear por las calles internas del barrio y después de volvía a su casa. Al parecer siempre decía que su paseo era como un viaje a Europa. Era muy conocido, todo el mundo lo saludaba al pasar. Pero a los 60 años le agarró Alzheimer. Como era testarudo y a pesar de la enfermedad siguió con sus caminatas, hasta que empezó a ser común que se encontrar perdido. En sus últimos paseos, antes que lo encerrasen en un geriátrico, llegó a golpear puertas pidiendo ayuda, diciendo que ni siquiera se acordaba cómo había llegado hasta allí. Dicen que no pasó mucho tiempo que empezó a circular por el barrio el cuento del hombre perdido. No obstante hay quienes aseguran en cambio que el hombre perdido era uno de los pasajeros del colectivo de los muertos, el único que decidió bajarse antes de morir de inanición

Por otra parte, los mismos autores, en la “Guía Mítica de Seres” de Buenos Aires es Leyenda hacen mención a otra historia, de la cual  no hay muchos datos, nada más que se trata de un extraño portal de espacio y tiempo.

Al parecer en la “Esquina imposible” como la llaman en Bauness y Bauness se materializa, justo a medianoche, un portal que te lleva a otra dimensión de Buenos Aires, que bien podría ser el Infierno o un lugar donde residen los seres mágicos del imaginario porteño que habitan la ciudad. Se abre durante siete minutos, los que ingresan tienen ese margen de tiempo para salir o pueden quedar atrapados y convertirse en otro mito más.

CALLES CIRCULARES

Según comentan los historiadores, las tierras donde hoy se asienta Parque Chas datan del siglo XVIII y pertenecían a los jesuitas. Tras integrar la colonia de vacaciones del Colegio San Carlos, cuando se las denominó la “Chacarita de los Colegiales”, quedaron en manos de don Casto Munita, notable vecino de Belgrano. Francisco Chas, sobrino del general Manuel Belgrano, heredó posteriormente esos terrenos, situados entre Villa Ortúzar y Villa Urquiza. Años más tarde, junto a sus hijos Francisco, Tomás, Vicente y Joaquín, fundó una empresa llamada “Sociedad Francisco Chas e Hijos” y en 1922, autorizados por una ordenanza, decidieron crear un poblado y lotearlo para que allí se construyeran viviendas.

Luis Alposta, vecino de Villa Urquiza y autor de varias obras sobre el barrio, explica el por qué del laberíntico trazado de Parque Chas: “Cuando Francisco Chas y sus hijos decidieron lotear su quinta descubrieron que si la dividían en 120 manzanas pequeñas en lugar de las 40 correspondientes a las 40 hectáreas el negocio resultaría bastante más rentable”.

El primer trazado perteneció al ingeniero Julio Dormal, quien planeaba alejarse del “tablero de ajedrez” que observaba en la Ciudad de Buenos Aires. “Procuraré lograr un efecto pintoresco con un trazado radiocéntrico”, decía, aunque su proyecto fue desechado por el Concejo Deliberante y por el propio Chas. La segunda planificación, aprobada en setiembre de 1925, correspondió a los ingenieros Armando Frehner y Adolfo Guerrico y procuraba evitar la monotonía de las calles rectas.

El diseño combinaba la propuesta radiocéntrica con el amanzanamiento ortogonal (calles en ángulo recto), y responde a los postulados del urbanismo inglés para el trazado de ciudades- jardín, denominadas “Parques”.

Se comenta también que tanto como su original diseño, caracteriza al barrio la nomenclatura de sus calles. Al realizarse el proyecto del barrio, se respetaron los nombres de las calles ya existentes, en su prolongación a través del mismo. Sin embargo, debían ser denominadas muchas vías nuevas. Así fue como en 1933, el Concejo Deliberante sancionó una ordenanza destinada a suplir la falta de nombre de las calles abiertas mucho después. Algunos de los nombres elegidos fueron Ginebra, La Haya, Dublín, Tréveris, Turín, Moscú, Belgrado, Bucarest y La Internacional. En diciembre de 2005, tras diversas acciones desarrolladas durante varios años por vecinos y organizaciones de la zona, la Legislatura de la Ciudad sancionó la ley 1907, que restituye a Parque Chas su carácter de barrio.

NI TAN ORIGINAL

Este fenómeno que se registra en Parque Chas, por ejemplo que la calle Bauness tuerce su recorrido paro conserva su nombre y así se produce la esquina de Bauness y Bauness, no es único. Según el libro “Las mil y una curiosidades de Buenos Aires” de Diego Zigiotto, lo mismo sucede en Recoleta, junto a la plaza Emilio Mitre. La calle Barrientos dobla y hace esquina consigo misma.

En el mismo barrio, Berlín corta dos veces a Gándara, Ávalos y Benjamín Victorica.

En Saavedra, Alberto Williams y Rogelio Yrurtia, se cruzan en dos oportunidades con Carlos Enrique Pellegrini.

Otra calle especial es Victorino de la Plaza en el barrio River, Belgrano. Por su forma de herradura, las mismas calles la cruzan dos veces; por ejemplo se repite en dos puntos Victorino de la Plaza esquina Ernesto Bavio. V. de la Plaza conserva el trazado de uno de los antiguos codos del Hipódromo nacional, que funcionó allí entre 1887 y 1913.

Y bueno, si llegaron hasta aquí en la lectura, se habrán dado cuenta que Parque Chas es sin duda un lugar único. No sólo por sus características urbanísticas y arquitectónicas, sino sobre todo por sus historias. Puede que otros barrios tengan tantos relatos fantásticas o más, pero las que aquí surgen una y otra vez, no se repiten en otras zonas. Lo importante es conocerlas. Espero seguir encontrando nuevas historias. Estoy segura que existirán porque es un lugar de calles mágicas.


NdR: Este post se lo quiero dedicar especialmente a mí amiga de toda la vida, Verónica. Que nació y vive en Parque Chas, que seguramente debe conocer algunas de estas historias o tal vez muchas más. Se lo tengo que preguntar. Para ella con toda mi sana envidia.






Fuentes:
“Buenos Aires es Leyenda 2” y “Guía Mítica de Seres”. Guillermo Barrantes y Víctor Coviello. Editorial Planeta.
http://www.parquechasweb.com.ar/
http://atencion.metro951.com/2012/08/01/cuento-chino-colectivo-del-diablo-parque-chas/
http://www.buenosairessos.com.ar/content/l%C3%ADnea-187
http://www.periodicoelbarrio.com.ar/nota_anterior.asp?url=N15notadetapa.html&anio=2&nro=15&mes=JUNIO&fecha=2000
http://edant.clarin.com/diario/2006/01/27/laciudad/h-04215.htm
http://www.buenosairessos.com.ar/content/mitos-y-realidades-de-los-escritores-de-parque-chas
http://www.parquechasweb.com.ar/parquechas/histo_pch/histo_rieta.htm
http://www.parquechasweb.com.ar/parquechas/notas/Nota_tomasem.htm
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Fotos:
Croquiseros Urbanos Buenos Aires
http://croquiserosurbanos-bsas.blogspot.com.ar/search?updated-max=2012-12-09T21:07:00-08:00&max-results=7
http://www.flickr.com/photos/reemster/tags/parquechas/
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=79803224
http://www.parquechasweb.com.ar/parquechas/histo_pch/histo_rieta.htm
http://www.jaloubob.com.ar/?p=1850
Facebook: Portal de Parque Chas Web
http://www.flickr.com/groups/parquechas/pool/with/8140346969/#photo_8140346969

http://serdebuenosayres.blogspot.com.ar/2010/10/parque-chas-un-oasis-en-la-ciudad.html



3 comentarios:

  1. ¡Hola buenas noches!
    Esta es la primera vez que comento en un blog, ni siquiera sabia que desde mi cuenta podía hacerlo, lo hago para agradecerte por esta surte de ensayo sobre Paque Chas.Me mudé hace un mes a Av. de los Constituyentes entre Quirós y Virreyes y estoy fascinada con el barrio y con estas historias increibles.
    Este blog fue lo primero que encontré al buscar sobre el barrio y me pareció muy inspirador, cálido y sobre todo lleno de datos interesantes.
    Gracias!

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  2. Yo creo que Parque Chas es un portal al Más Alla

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