lunes, 1 de diciembre de 2014

Acompáñame a estar solo

Son las 2.30 de la madrugada de un día lunes. El hombre sabe que en pocas horas tendrá que levantarse temprano, pero aún así permanece sentado frente a la computadora. Lo está pasando bien mientras lee, en un grupo de Facebook, frases y comentarios insólitos. Por momentos ríe a carcajadas. No puede evitar hacer un click  sobre el Me gusta de las historias más desopilantes.

A la misma hora, en otro lugar, una joven estudiante hace lo mismo. Debería estar terminando un trabajo práctico para presentar en la facultad, pero ella también está inmersa en dichos que le resultan muy graciosos e incluso por momentos acota algo, acompaña con el emoticon de una carita sonriente, o los copia en su muro personal.

En ese instante, pero en otro uso horario, una mujer deja de lado su trabajo para cargar una fotografía suya que le resulta divertida y siente que tiene que compartirla con los seguidores del grupo. De inmediato comienzan a sumarse los Me gusta. Mientras goza por el acompañamiento obtenido, busca entre el listado de personas si hay algún conocido, alguien que le llame la atención, mira sus fotos de perfil, indaga casi como un detective entre la información que cada uno deja disponible en la red social.




Pero en medio del placer que le genera ver cómo se suman los avales, durante una fracción de segundo se sorprende por la cantidad de desconocidos que están en algún lugar haciendo lo mismo que ella, y eso le deja la extraña sensación de no estar sola, de saber que no importa quiénes son sino que comparten el mismo interés, opiniones, el gusto por estar dispuestos a divertirse y pasarla bien por un rato a cambio de compartir  algo tan simple, y tan complejo, como frases y fotografías.

Estos tres relatos breves sirven como ejemplos de lo que ocurre todo el tiempo en las llamadas comunidades y grupos en las redes sociales, y que en los últimos tiempos se han multiplicado a un ritmo vertiginoso.

La mayoría de las ocasiones uno no entiende por qué hace las cosas que hace. Pero en esta caso está claro para muchos que resulta grato compartirlas, sobre todo en estos sitios virtuales que garantizan a los usuarios que siempre encontrarán algo con lo cual divertirse, sorprenderse o por qué no disgustarse, generando empatía con experiencias negativas que vivieron otros.

Son sitios que se retroalimentan con las breves historias que cada persona pueda incorporar, cumpliendo una función integradora, de identificación. Y tal vez sea esa la razón por la cual se han convertido en un éxito en los últimos tiempos.

SOLO EL PRINCIPIO
Hoy más que nunca la exposición es condición sine qua non para participar de las redes sociales, y la cantidad de Me gusta que se consiguen por ofrecerse, determina el grado de éxito virtual.

Y como estos espacios dan para todo, uno puede reencontrarse con amigos de la escuela, formar pareja, informarse, comprar y vender y hasta colaborar con una causa solidaria. Pero es cierto, que las comunidades que suman mayores seguidores son aquellas en las que los cibernautas se reúnen para reírse de sí mismos, compartir frases bizarras, fotos divertidas y algunas ideas originales. Son estas justamente las que generan el surgimiento permanente de otros sitios similares.

Sin ir más lejos, hace dos años cobró vida una idea que de inmediato se convirtió en una de las celebridades de la red al conquistar a los usuarios de Facebook: La gente anda diciendo. Un espacio en la red social en donde se plasman miles de frases escuchadas al pasar, en plena vía pública; retazos de conversaciones anónimas que pululan en los colectivos, los bares y las calles.

Muchas de ellas son desopilantes, otras dramáticas, pero siempre insólitas; relatos brevísimos que reflejan el sentir y el pensar de estos tiempos; avivan el placer voyeurista del escucha casual y, sin duda, generan la identificación necesaria para continuar siendo un éxito. Con más de tres millones de seguidores, los responsables hasta se animaron a editar un libro que recopila cientos de frases que ya fueron publicadas.

La gente anda diciendo fue sólo el principio. De inmediato sirvió de ejemplo para otras comunidades en las que los usuarios comparten, no sólo frases sino también experiencias. Así surgieron: Me lo contó un tachero; Me pasó en un telo; Me pasó borracho; Me pasó en un ascensor; Los recitales andan diciendo; La gente anda vistiendo; Me lo contaron por Whatsapp; Me pasó en los chinos; Me pasó en la facultad; Hoy no tengo filtro; Me deprime...; Le pasó a un amigo; Perdone mis frases; Te escracho por forro; entre muchísimas otras.

De hecho, es inacabable el listado de comunidades y grupos de personas que comparten historias breves, fotografías, experiencias, con el único objetivo de aportar, divertirse, compartir, sentirse identificados y hasta denunciar.

Y si esto ocurre en todas partes, no podía faltar que surgieran propuestas en Corrientes y Chaco. Las que mayores seguidores sumaron son: La UNNE anda diciendo; La Barceló anda diciendo; Resistencia anda diciendo; La UNNE Derecho anda diciendo; Concepción anda diciendo; Desmotivaciones correntinas y Corrientes oscura.

LA SOLEDAD DESESPERA
No hay duda que estas comunidades y grupos resultan ideales para avivar el placer de exhibirse y de mirar de los usuarios. Pero en la identificación y la sensación de seguridad también está la clave del éxito. En ese sentido, el médico y psicoanalista correntino Fernando Abelenda explica que el quid de estos fenómenos sociales a través de las redes radica básicamente en el miedo a la soledad y en los nuevos espacios de sociabilidad.

Basándose en la idea del escritor e historiador francés Philippe Ariès, de que en un pasado no demasiado lejano las ciudades tenían muchos lugares de encuentro cotidiano, explica que lo normal -por ejemplo- era que un chico estuviera mucho tiempo en la calle. "Los niños, los adultos y los viejos… todos juntos. En la calle se daba toda la sociabilidad".

Pero cuando las ciudades crecieron en número de habitantes y en dimensiones, cada vez fue mayor la pérdida de esos lugares de encuentro, "la calle se volvió peligrosa y en conclusión -dice Abelenda- se impuso un tipo de sociedad con hipertrofia de la intimidad. Cada uno en su casa y cuanto más aislado mejor. Cuanto más poder adquisitivo se tiene, más se accede al aislamiento del resto. Por ejemplo, barrios cerrados, o casas inmensas con guardias de seguridad en la puerta".

Pero justamente ese apartamiento es el que desespera, "yo lo constato en mi consultorio, la soledad enloquece. En broma digo que cuando quieren castigar a un delincuente preso que ya está castigado, lo mandan a “aislamiento”, en el caso de los ricos ellos se autocastigan solos".

Menciona también el dilema del erizo, una parábola de Arthur Schopenhauer, en el que "los humanos somos como los puercoespines: si nos acercamos demasiado, nos herimos unos a otros a pinchazos limpios… y si nos alejamos demasiado… tenemos frío, enloquecemos, etc… por lo que volvemos a acercarnos y en ese juego estamos todo el tiempo como sociedad".

Por la misma razón la proliferación de los grupos, las comunidades en las redes sociales se producen "porque el ser humano es un ser social por excelencia y encontró la forma a través de las redes sociales -Facebook, Twiter, Whatsapp, etc.- un modo de relacionarse y salir de la soledad".

Según el psicoanalista, este modo de relacionarse no soluciona el problema de la soledad y de la neurosis que esta produce. "Las redes sociales y sus grupos no terminan de reemplazar al contacto con otros seres humanos, pero funcionan como nuevos espacios sociales", y entiende que sus consecuencias se verán a futuro. "Esta es una explicación para la proliferación de grupos en las redes sociales, con mayor o menor nivel de intimidad entre sus miembros", entiende que con los años se verá si resultan positivas o no.

"Es impresionante cómo todo pasa en torno a las redes… allí se dan debates ideológicos, políticos, éticos, amores y odios. Cuando se empezó a usar internet se vio que el principal uso era el chat, es decir, el contacto entre la gente. Hace unos años escribí un artículo que se llamaba "Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar", en el que colocaba al chat como el corazón de internet en la búsqueda afectiva, ahora es más sofisticado aún".

UN MILLÓN DE AMIGOS
El miedo a la soledad al que hace referencia Abelenda y cómo se busca mitigarlo a través de las redes sociales también forma parte de la explicación que el sociólogo, filósofo y ensayista polaco, Zygmunt Bauman, encontró hace unos meses para referirse a las redes sociales y en particular a Facebook.

"El éxito del invento de Zuckerberg consiste en haber entendido necesidades humanas muy profundas, como la de no sentirse solo  nunca, siempre hay alguien en el planeta que puede ser “amigo” tuyo y vivir en un mundo virtual donde no hay dificultades ni riesgos, no hay discusiones, las rupturas son sencillas y pasan rápidamente al olvido, todo es infinitamente más soportable que en la vida real".

Casi como vaticinio de estos tiempos, en sus libros Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre y Vida de Consumo, ya hacía referencia a la sociabilidad on line y a que la vida social se desarrolla en compañía de una computadora, un iPod o un celular, y sólo secundariamente con otros seres de carne y hueso.

Con esa inevitable mirada crítica que caracteriza su obra, insiste en que “todo es más fácil en la vida virtual, pero hemos perdido el arte de las relaciones sociales y la amistad”. Los grupos de amigos o las comunidades de vecinos “no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo en Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya”.

Por eso, tal vez hoy más que nunca sea comprensible la expresión "acompáñame a estar solo". Salvando las distancias entre el verdadero significado que quiso darle Ricardo Arjona a la canción, la letra bien puede aplicarse a la necesidad de sociabilizar a través de las redes huyendo de la soledad: "Acompáñame a estar solo / A purgarme los fantasmas / A meternos en la cama sin tocarnos / Acompáñame al misterio / De no hacernos compañía / A dormir sin pretender que pase nada. / Acompáñame a estar solo / Acompáñame al silencio / De charlar sin las palabras / A saber que estás ahí y yo a tu lado / Acompáñame a lo absurdo de abrazarnos sin contacto. / Tú en tu sitio yo en el mío / Como un ángel de la guarda / Acompáñame a estar solo.








NdR: La nota pertenece a Mariela Mioni y fue publicada en el suplemento La Correntina, en la edición del domingo 30 de noviembre de 2014.






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