jueves, 2 de junio de 2011

Historias de fantasmas, aparecidos, alimañas, religiosidad y superstición en Corrientes

Si hay algo que siempre me gustó son las historias bien contadas. De chica en casa, en Buenos Aires, aprendí a escuchar y leer cuentos, sobre todo de suspenso. Crecí leyendo los relatos de Edgar Alan Poe que mi papá tenía entre sus libros. Lo había descubierto porque en la tapa tenía -y aún tiene- una calavera y eso me indicaba que seguramente me despertaría mucho miedo.
Ese autor me abrió un mundo mágico, más cruel tal vez, alejado del mundo de los cuentos de hadas a los que estaba acostumbrada hasta ese momento, pero que no dejaba de ser fantástico. Fue así que me pasé siestas enteras sentada en la terraza. Mientras mi mamá dormía siesta yo me divertía con esa lectura, sentada en el piso entre las plantas y disfrutando del sol que calentaba las tardes de invierno. Supongo que fue a partir de ese momento que los relatos de ficción, las leyendas y los mitos comenzaron a interesarme.
Casi 20 años después, literalmente me devoré los tres libros “Buenos Aires es leyenda”, de Guillermo Barrantes y Víctor Coviello, que rescatan los mitos urbanos de esa gran ciudad que es Buenos Aires y con una escritura ágil recrean e intentan, a través de entrevistas a protagonistas y vecinos de los distintos barrios porteños, probar su veracidad, como si fueran cazadores de mitos.
Creo que fueron también este tipo de narraciones las que me hicieron amar la historia, que me pareciera sumamente interesante y no la materia pesada que tenía que estudiar en la secundaria. A través de ellas aprendí a descubrir que detrás de cada hecho siempre hubo y hay personas; hombres y mujeres que vivieron de tal o cual manera, que se vieron atravesados por pasiones, deseos, odios, mezquindades, intereses y objetivos.
Todo depende también de que haya un buen narrador. Si la historia, la leyenda, no está bien contada, no va a despertar nunca el interés del oyente, del escucha, del lector; es allí donde muchos fallan y sólo unos poco triunfan.
Toda esta introducción viene a propósito de que ayer tuve la suerte de recibir como regalo un libro de relatos fantásticos de Corrientes. Un pequeño volumen llamado “Historias que me contaron y algo más…” que reúne 10 cuentos cortos situados en esta Capital y que según su autor Ramón “Pucho” Encinas, son relatos orales y tradicionales que él se propuso rescatar del olvido.
Quiero hacer hincapié en la palabra suerte. Porque desde el momento en que abrí el libro no pude parar de leer. Cada una de las narraciones ejerció en mí como un imán que no me liberaba. Durante una hora estuve sentada frente a mi computadora en el diario, leyendo. Y fue fantástico. Hacía rato que no me pasaba algo así y tengo que reconocer que nunca con un autor correntino.

RELATOS INCREÍBLES
Grande fue mi sorpresa cuando inclusive reconocí una de las historias, “La Laguna Brava”, en un recuerdo que tengo de chica, algo que me había comentado mi mamá y que también me ayudó traer a mi memoria.
El relato trata acerca de una mujer ingrata que había hecho una promesa a la Virgen de Itatí de que si salvaba a su hija de una enfermedad ella donaría todas sus joyas. De acuerdo con el el escritor y en coincidencia con el que a mí me habían contado, de regreso de Itatí y tras cumplir con lo prometido, la familia -que era de Empedrado (un pueblo distante a 70 kilómetros al Sur de esta Capital y donde también nació y se crió mi madre)- hizo un alto para pasar la noche en inmediaciones de una laguna que se encuentra en las afueras de esta Capital, un barrio humilde que justamente se llama Laguna Brava. Al parecer frente al fogón la mujer dijo: “había sido interesada la Virgen, cura según lo que se ofrece”. Por supuesto, esto fue suficiente para que horas después toda la familia, que dormía en la carreta, fuera arrastrada por los bueyes hasta el medio del lago y murieran ahogados, a modo de castigo. Y como muchas de las leyendas, las fábulas y cuentos, esta tiene su moraleja respecto de la ingratitud de las personas y el escarmiento que recibirán.
De todas formas, a partir de esa muerte comenzó a gestarse y circular la historia: “Cuentan los vecinos del lugar que en noches como aquella, si algún caminante trasnochador pasa cerca de la laguna Brava, puede ver una negra carreta hundiéndose y oír lamentos de terror”, publicó el autor.
La diferencia que más tarde me comentó mi mamá, después de leerle este cuento, fue que esa misma noche cuando se va a dormir, la mujer encuentra con la sorpesa de que debajo de su almohada estaban todas las joyas que había dejado a los pies de la Virgen de Itatí.
“El clarín de la muerte” es otro de los cuentos acerca de los que también escuché. Encinas relata que algunas noches de frío y neblina se escuchan y hasta se pueden ver en el Parque Mitre, (hoy un paseo importante de esta ciudad) a los espíritus de los soldados paraguayos y correntinos que se enfrentaron en 1865 durante el desembarco de las tropas paraguayas que llegaban para invadir Corrientes y tomar prisioneros –previo a la declaración de la Guerra de la Triple Alianza-.
Se suma también “La mano fría” que hace referencia a un policía de custodia que apareció muerto en un baño de Casa de Gobierno, o “El final, la semilla” que narra la muerte de un gaucho que se hacía llamar Poncho Verde porque se envolvía en el paño de una mesa de villar y que con su muerte, en cercanías al arroyo que desemboca en el río Paraná (a un costado del Parque Mitre), no sólo se inició la leyenda sino también dio nombre a ese riacho que hoy está entubado y a la avenida que recorre un tramo de la Capital y que une la avenida Costanera “General San Martín” con otra arteria urbana importante de la Capital.
Por supuesto infaltable la historia de el lobizón retratada en “Aquella noche”, “La dama de la escuela” en referencia a la muerte que supuestamente deambula en un edificio del colegio salesiano Pío XI, “El castigo” para los que no respetan le Jueves y Viernes Santo, “La casa de la serpiente”, “El espina corona” y “Bodas de luto”; este último cuento habla de un casamiento frustrado por la muerte de la novia que fue atacada por unas arañas, el cual me hizo acordar muchísimo al relato de Horacio Quiroga, “El almohadón de plumas”.
Ninguno de los cuentos tiene desperdicio. Son viejas historias que sin dudas el autor -quien se desempeña como profesor de lengua y literatura en el colegio salesiano Pío XI- se atrevió a rescatarlas del olvido y de la indiferencia de estos tiempos.

DEJAR CONSTANCIA
El propio Ramón Encinas lo explica muy bien en la Introducción del libro: “Copista o amanuense. Quizás yo sea una de esas posibilidades. ¿Escritor? No sé. Sencillamente es “dejar constancia” de lo que escuché de boca de mis mayores, cuando era niño: historias, relatos, sucedidos… En una época en la cual el único medio de comunicación familiar era la radiofonía. Por las noches solíamos captar, en viejas radios a válvulas, las emisoras de Buenos Aires. Y así, todos juntos, parra seguir el emocionante capítulo del radioteatro Palmolive del aire, o el Glostora Tango Club, o El Boletín Sintético de Radio El Mundo, y por qué no, la uruguaya radio Colonia para enterarnos de los enfrentamientos entre “colorados” y “azules”… Pero la hora de la cena era algo esperado e infaltable. Porque una vez concluida, mi abuela, mi vieja tía Sara, mis padres y algún vecino, conversaban y contaban estas historias, que ellos, a su vez escucharon; y yo, con la curiosidad de la niñez, atendía hasta que el sueño cerraba mis párpados y me iba a dormir con mis figuritas, mis balitas o mi trompo. Por eso digo que, tal vez, sólo soy un copista, porque lo único que hice fue transcribir, como cuentos, los que contaban mis ancestros memoriosos. Y para que esos sucedidos, verosímiles o imaginarios no se pierdan, decidí escribirlos”.
Corrientes es una ciudad con 423 años de vida y el tiempo que llevo viviendo aquí me ha permitido conocer muchísimas historias más; esta Capital está llena de recuerdos y fantasmas, de historias y leyendas, sólo hacen falta más cuentacuentos, hábiles narradores -como este autor- que nos devuelvan el placer de escuchar.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias por la reseña sobre mi libro. Es mi deseo que otros escritores traten de mantener viva las tradiciones regionales. Pucho Encinas.

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  2. wee pucho es mi profesor y me encantan sus clases espero algún día ser como el ....

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    1. pucho tmb. es mi profesor jajaja y yo quiero ser multifacetica como el

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