miércoles, 14 de noviembre de 2012

Grandes historias en pocas líneas




Hace unos días tuve oportunidad de de leer y asistir a la presentación de dos libros de una misma autora. Se trata de una reedición ampliada de “El latido de la sien” y “100 moléculas de letras” de la escritora correntina Elena Zelada de Fiorio. Y como estas dos obras me parecieron tan geniales, no podía dejar de comentarlas y recomendarlas aquí, en Muñeca Articulada.
Sinceramente estas dos obras me parecieron excelentes. Me hicieron reír mucho pero sobre todo pensar demasiado y redescubrir a una persona y a una narradora de primera.


A Elena Zelada de Fiorio la conozco de haberla entrevistado unas pocas veces, por haber publicado en el diario en que trabajaba alguna nota que ella escribiera a propósito de literatura. Pero de estar acostumbrada a leer de ella esos textos, con un estilo netamente periodístico o de opinión, a encontrarme con sus microcuentos, microficciones o cuentículos como también los llama, fue toda una experiencia y quedé fascinada.
Sé que no me equivoco al señalar que esta autora se convierte en otra persona cuando escribe. Porque podrá mostrarse como se la conoce en Corrientes: tranquila, impasible; podrá saludarnos y hablarnos con esa sobriedad y mesura a la que nos tiene acostumbrados, pero nunca podríamos imaginarnos su otra cara, su otro estilo; a menos claro que nos sumerjamos en alguno de estos dos libros.
Al cabo de varias semanas de leer sus libros sólo puedo decir que Elena Zelada de Fiorio es -sin duda- una escritora irreverente, que maneja el absurdo al dedillo, la crítica punzante y el humor más refinado. Todo ello condensado en textos brevísimos, donde las palabras cumplen dos funciones concretas que son exponer la idea o intención y rematar el final, todo en escasos seis o siete renglones, en algunos un poco más. El resto es pura imaginación por parte de la autora pero también por parte del lector.

CUANTO MÁS BREVE, MEJOR

Cuando empecé a leer “El latido de la sien” y después con “100 moléculas de letras”, vino a mi memoria un aforismo que mencionaba Juan Carlos Onetti y que siempre escucho citar a Eduardo Galeano, que “las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio”.
La verdad que no sé si ella ha escuchado ese dicho o no, pero realmente creo que Elena Zelada de Fiorio ha hecho de las palabras un claro ejemplo de lo que es una cruzada de los mejores términos contra el silencio, en donde cada vocablo es único y el que mejor expresa cada idea, intención o crítica.
Según me explicaba la autora en una oportunidad que tuve de conversar, su intención radica en no querer cansar al lector, por eso sus textos son breves. Escribe con urgencia, como alguien apurado, y luego comienza a tachar todo lo que está demás, buscando justamente que sus textos sean lo más despojado de palabras.
Leía hace unos días en un diario local un comentario de Joaquín Meabe, abogados, filósofo y escritor correntino, a propósito de la obra de Elena, que enmarcaba dentro de lo que sería una literatura sinóptica y me puse a buscar sobre esto y me encontré con una explicación bien clara. “Son textos donde las partes principales de un asunto se presentan de manera clara, rápida y resumida”. Y la verdad que es cierto. Trasladé la mirada a los escritos de Elena y ya tenía la mejor definición para explicar sus relatos; aún cuando ella insista en que se trata de narraciones breves que no responden a ningún género.
Pero también cuando indagaba acerca del estilo sinóptico encontré que se aplica a los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas, que presentan pasajes parecidos y son muy concretos a la hora de narrar la historia de Cristo.
Fue justamente esto último lo que me hizo recordar los temas sobre los que escribe y en los que insiste en varias oportunidades. En estos libros descubrí que esta autora posa su mirada permanentemente en la religión y las creencias, en los distintos momentos de la Biblia, sobre todo el Génesis; también en el inicio de los tiempos. Hay relatos que son relecturas bíblicas muy personales que muestran su costado crítico y también irónico.
Pero así como se refiere a los dogmas católicos, también amalgama sus relatos con la ciencia. Los descubrimientos científicos, los avances respecto al conocimiento que hay del universo. Estos también sirven para expresar sus opiniones, que en su mayoría son muy poco condescendientes, objetando el punto al que hemos alcanzado como humanidad, entre la ciencia y la religión.
Y en medio de todo eso lo sitúa al hombre. En sus relatos, lo presenta como un ser en la etapa de “niño perverso”, un ser destructor, que daña todo lo que tiene a su alrededor, inclusive a sí mismo y al medioambiente. Pero también como un ser ignorante de todo, cuya presencia en este universo de tiempo y espacio infinito es sólo un instante; temeroso de Dios pero también de la muerte, preocupado por su propia satisfacción. El conocimiento y la comprensión de la condición humana en sus relatos son amplísimos.
Como ya mencioné sus microcuentos son fantásticos. Ella me explicaba que son consecuencias de sus lecturas. Que el disparador de su escritura son otros textos y que justamente tienen que ver con cuestionar eso que lee.
En muchos casos mientras me introducía en su lectura, me pregunté: ¿Qué habrá estado leyendo esta mujer antes de escribir algún texto en particular? Pero luego me acordaba que también decía, que gran parte surgen de la intuición, de la primera impresión que tuvo de algo.
Lo que sí me quedó claro de toda esta experiencia de sumergirme en sus libros es descubrir su capacidad de invención infinita, de penetrar en la esencia del hombre, de la creencia, de la ciencia. Es capaz de imaginar incalculables mundos posibles. Hay en ella un desborde de imaginación, y que bien lo expresa en la Introducción de “100 moléculas de letras”: “una reverencia hacia las lógicas disparatadas y por eso aparecen soluciones bruscas, en un estilo urgente y condensado”.
Pero allí no termina todo, porque también escribe sobre literatura. En sus libros no pueden faltar referencias directas a sus autores preferidos: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Francisco Madariaga. Habla con ellos, de ellos y hasta se toma el atrevimiento de retomar algún cuento y continuarlos con una historia propia.
Así como personifica y reinterpreta la Biblia, a los griegos y las historias de los hombres, otro tanto hace con el mundo literario. Hallé relatos breves de personajes que salvan al escritor, el oficio y el proceso de escribir, con las experiencias infantiles y los mandatos sociales y familiares para una niña que desea salirse del molde social y ser escritora de poesía o de abocarse a una literatura más surrealista.
Sus narraciones serán breves pero no dejan de ser muy ricas en metáforas, también son muy claras, directas, sin vueltas. “No me gusta la condescendencia ni el doble sentido” y eso se advierte a simple vista. Es capaz de hablarnos de todo con la mayor de las crudezas como con mucha sutileza.
Por eso me tomo el atrevimiento de decirles que no desaprovechen la oportunidad, si es que la tienen, de leer los dos libros. 



Advertencia: Estas obras deben leerse con predisposición, tendrán que sentarse cómodos y con la mente despejada, porque esta mujer es capaz de viajar años luz y regresar de otros mundos en sólo un instante -en este caso en pocos renglones- y los va a desafiar a que le sigan el ritmo. Si lo logran van a ver que lo van a disfrutar, tanto o más como lo hice yo.



Para los que no tienen la oportunidad de conseguirlos: aquí les dejo algunos de los relatos cortos para que se hagan una idea a lo que me refiero. Después díganme si me equivoco o no al considerar que están muy bueno.

LAS VOCES
Están vociferando las aguas del mar. Y también vociferan las aves, las plantas y los animales. ¿Qué cosas dirán?
Nadie sabrá nunca que ellos están recriminándole al hombre que, en plena evolución, anda en la “etapa de niño perverso”, y destruye todo lo que toca.

DORMIDOS
- ¡Qué van a ser inteligentes! -le dice uno al otro-, ni siquiera aprendieron a volar como las aves ni a nadar como los peces, y eso que tienen ejemplos a montones. Ni copiar saben.
- Eso no, pero conocer y hacen varias cosas -, le contesta el otro.
- Sueñan que hacen - declara un tercero - no han hecho nunca nada. La inmensa fuerza de gravedad que ellos mismos aumentaron con sus miedos los aplastó contra el suelo. Y como dormidos andan pegados a él.

OBEDIENTE
Que el hombre del siglo XX piense en el primer pecado del Edén y crea que Adán y él son la misma cosas, parece de antemano imposible.
Fue a la hora de almorzar. Ella le insistió para que comiera. Le dijo algo sobre las bondades de las vitaminas, le habló del colesterol y de su necesidad de adelgazar, le habló de la alimentación excesivamente tóxica por demasiados dulces e hidratos de carbono. Pero él, como si estuviera despalabrado o rumiando un invento, ponía su mirada en un rincón y la dejaba perderse ahí.
Después retiró el plato, y se negó a comer lo que ella le sirvió diciendo que esa manzana era la fruta de la discordia y del pecado. Y él no quería seguir desobedeciendo a Dios.

NUNCA
Por favor, que con su ánimo no agite el aire y lo revuelva. Que no silbe finito y penetrante. Que no lance ese chhiiiist… tan extraño que paraliza y embota. Que no susurre de manera hueca. Que no balbucee. Que no suspire. ¡De qué sirve esa aspiración suspirante y ese gimoteo final!
Y que no sea mudo, por favor, que hable, ¡que algo diga! aunque diga:
- “Los espectros nunca hablamos”.

LA NOVELA
Ella escribió una larga novela y la editó por su cuenta. Después la obsequió a sus muchos parientes y amigos. Y los que se animaron a leerla entera lo único que pudieron decir fue: ¡Ahhhhhhhh…!

INSIGNIFICANCIA
Doctor, aplique conmigo la teoría de la “insignificancia”, y sobreséame del delito que se imputa.
Usted debe entender, Doctor, que cometí homicidio en grado de tentativa nomás, porque yo no quise matarlo a Gastón, pero se me fue la mano y, sin querer, le entró mucho el machete en su garganta cuando él se movió de golpe.
Y los que bebían con nosotros esa siesta, llamaron a la policía.
Y un hombre, Doctor, un hombre que ni siquiera era completo, porque le faltaban las falanges de dos dedos a Gastón. ¡Es insignificante!
En el mundo, por todos, somos 6.900 millones de hombres. Más los 120.000 millones de humanos que vivieron en toda la historia, somos en total 126.900 millones ¡Muchísimos, muchísimos, Doctor! ¡Qué es uno al lado de esa cifra de doce dígitos!
¡Uno es insignificante, Doctor, es casi nada, es como nada, sobreséame, por favor!

PRIMERO
- ¡Yo soy lo más importante! - gritó el agua.
- ¡Yo soy lo más importante en el mundo! - gritó la tierra.
El agua le dijo:
- En el principio del mundo el espíritu del Hacedor estaba sobre mí, vos estabas debajo de mí. Apareciste cuando se juntó lo seco y el Creador puso al hombre encima de vos. Yo soy primera, vos sos segundo y él es tercero.
Entonces un hombre dijo:
- Nosotros somos primero y no medimos la importancia por el tiempo.
Y otro hombre le dijo:
- Primero fueron las palabras que Él pronunció para nombrar las cosas. Ellas son primeras.
Y otro dijo:
- Primero fue el silencio que estuvo antes que las palabras.
Y otro dijo:
- Ni las palabras ni el silencio. Lo más importante es el caos, que es primero que todo.

INVENTORES
Atrevidamente probaron muchos excesos y de pronto inventaron la sexualidad. Y ahora se reproducen. Y entonces hay seres viejos y seres nuevos.
Multiplicarse y nada más que multiplicarse, no. El existir ya no puede ser incesante, sin término. Los primeros deben envejecer y finar. Es necesario que alguien empiece a inquietar su ingenio y ensayar cómo borrarse de la vida. Ni bien alguien consiga arrastrará a los otros. No es irracional ni aberrante. Los inventores de la reproducción están obligados a inventar la muerte, será la forma de liberarse de la culpa de haber inventado eso.
Y la muerte ejerció su fascinación y ahora están fascinados con ella.

NO LE GUSTA
Adán la vio a Eva a la hora en que las radiaciones ultravioletas hacían brillar el cielo de tal modo que se notaba que ese cielo era joven e intenso. La vio y no le gustó esa mujer, y se dijo a sí mismo: Eva no me gusta, habrá otra, voy a encontrarla, no será ella la única. Y sigue sin poder hallarla mientras pasan los milenios y los eones y en aquel planeta azul no se multiplican los hombres. Ella es el único ser humano que vive con él pero él no piensa unirse a ella, la vio hace muchísimo tiempo y no le gusta, y no la cree única y espera sin envejecer siquiera, espera sin pensar que su vida no es eterna, espera, porque allí lo es.

PAZ
Hace poco se realizó la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia que recorrió más de 160 mil kilómetros por tierra en los cinco continentes para pedir el fin de las guerras y el cese de todo tipo de violencia. También en esa época, le otorgaron el Premio Nobel de la Paz al presidente estadounidense Barack Obama. La Academia de Ciencias de Estocolmo galardonó al hombre que decidió reforzar la presencia militar en Afganistán, donde hay guerra desde hace varios años.
Obama no debió recibir ese premio, porque no es verdad que a veces la guerra sea necesaria, y cualquiera sabe que la guerra es el fracaso de la condición humana. La palabra paz –que significa no estar en guerra- perdió su significado. Paz ya no está en contraposición a guerra. Paz ya no es sosiego y buena correspondencia de unos con otros, ya no es fraternidad. Para la Academia sueca y para Obama paz ya no significa paz.


REFERENCIAS:
Los dos libros fueron editados por Moglia Ediciones S.A. en Corrientes, septiembre de 2012.
Las ilustraciones de tapa corresponden a Miguel Vicente Fiorio.

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