Transcurrieron
quince días de la puesta en escena del espectáculo Noche de San Juan, del
ballet oficial de la Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes y todavía la caracterización y sobre todo los atributos del Kurupí siguen levantando revuelo, despertando
rechazos y defensas.
Como
nunca en sus 24 ediciones de este festival se dividieron tanto las posiciones a
favor y contra. Al igual, hacía mucho tiempo que nadie se refería tanto a este
personaje de la mitología guaranítica.
Desde
las posiciones más pacatas y críticas hasta los apoyos más acérrimos
repercutieron a la misma velocidad en las redes sociales y a través del boca
a boca entre los correntinos. Tanto es así, que cualquier persona que se encuentra y conversa con otra es inevitable que por estos días resurja el tema del
Kurupí y la interpretación que hizo el director del ballet, el misionero Luis
Marinoni, sobre el traje y la coreografía que estrenaron al
tercer día de la Fiesta.
Es
que para una de las escenas de la Noche de San Juan, donde las jóvenes hacen un
juego tradicional para conocer el nombre del próximo candidato, aparece el personaje.
Las persigue exhibiendo su famoso e inexorable pene sobre el escenario. Esta
situación provocó críticas que se escucharon a través, incluso, de los
periodistas que transmitían en vivo el festival chamamecero. Hay quienes
argumentaron que no se trataba de un entorno adecuado para mostrar el genital masculino,
justo donde se reúnen las familias.
Inclusive
muchos de los que no presenciaron el espectáculo y que sólo vieron alguna que
otra fotografía, también expresaron y calificaron de repulsivo al personaje, considerando inapropiada la forma en que
se representó al mítico duende guaraní, haciendo hincapié en la escena en que el duende
pasea su virilidad, destacándola por todo el escenario.
El
escándalo por los “excesivo” del miembro viril del Kurupí -famoso justamente por el
largo de sus atributos sexuales- derivó inclusive en amenazas de ir a la
justicia para exigir que el director de ballet pida disculpas públicas a la
moral ofendida de los ciudadanos correntinos.
Lo
cierto es que para la presentación siguiente, unos días después del “escándalo”,
el atribulado personaje aparecía directamente sin el miembro. Mutilaron el
traje y de paso la leyenda, en nombre de las buenas costumbres y lo ofensivo
que pudiera resultar para la vista del público. El
Kurupí perdió su pene y de esta forma la esencia del mito.
Estos
días leí y escuché tantas explicaciones en torno al personaje que fui a los
libros en buscar de su historia, porque si bien todo el mundo se dedicó a
opinar, nadie, y mucho menos los medios, destinaron espacio para contar en qué
consiste verdaderamente el mito, es más fácil, rápido ofenderse, que tratar de
entender qué fue lo que se puso en el escenario.
LA
LEYENDA
En
el libro “Mitos y leyendas guaraníes” del escritor paraguayo-correntino Girala
Yampey, aseguran que el mito del Kurupí ya existía entre los indígenas de estas
tierras, antes de la llegada de los españoles.
Cuando
comenzó la conquista, Kurupí, constituía un motivo de tremendo temor entre los
aborígenes y estaba instalado entre
ellos desde mucho tiempo atrás.
El
nombre está compuesto por dos palabras guaraníes: kurú - grano, y pi -apócope
de pire
- piel; es decir literalmente “piel con granos”, pero el sentido real, con el
que se lo usa aquí es el de: piel rugosa, como la corteza del árbol llamado precisamente kurupí.
Según
Yampey, otro sentido semántico lo da León Cadogan: “homúnculo gritón”. En la
zona brasileña se lo llama a este mítico personaje: Kurupíra. Y recuerdan el nombre dado a una liana selvática, rugosa
y fuerte: kurupi rembo (pene de
kurupí).
En
los tiempos antes de la colonia, el duende o fantasma denominado Kurupí tenía
fama de tenebroso y maligno, vengador tutelar del bosque, causante de muchas
desgracias. Se lo describía -aún se lo describe- como un personaje que anda
desnudo por la selva. Lleva su largo miembro viril arrollado a su cintura, tan
largo que con él puede enlazar a sus víctimas.
Los
guaraníes lo percibían como un horripilante sátiro del mundo guaraní,
aficionado al rapto de mujeres, a las que poseía y luego descuartizaba y
devoraba. Quien se atrevía a rondar los bosques, podía toparse en cualquier
momento, con el monstruo que causaba pavor. Su figura, deforme y salvaje, podía
tomar cualquier otra apariencia, como la de un árbol de rugosa corteza o lo que
al malévolo personaje se le antojara. De las víctimas quedaban solamente tripas
dispersas por el monte.
Este
ser sobrenatural infundía verdadero espanto entre los aborígenes. Con solo
nombrarlo entre los avá kuéra,
provocaba el terror de todos. Generalmente, su poder tenía presencia en los
montes pero, en cualquier lugar, podría sorprender con sus terribles ataques de
tremendas consecuencias.
DE
SER MALIGNO A SÍMBOLO DE FECUNDIDAD
Sin
embargo, con el correr del tiempo, el terrorífico y brutal Kurupí, adquirió
otras características. Se transformó en el genio tutelar de la selva, los
bosques y los campos. Se convirtió en lo que es ahora, un espíritu que colabora
con la naturaleza en la tarea de la germinación, el crecimiento, conservación y
maduración de árboles, chacras y animales.
Su
temida fama había devenido en símbolo de fecundidad. De aquella antigua imagen
terrorífica, detenida en el tiempo y el olvido, surgió otra, que es la de
benefactora natural de todo lo creado.
Desde
entonces, se lo describe como un ser ubicuo, cuyo andar se siente y se oye pero
es muy difícil verlo. Puede transformarse en plantas o animales, a su capricho,
o simplemente se vuelve invisible y vuela con el viento.
Se
cree que si toca el vientre de una vaca, de esta nacerán mellizos y de mucho vigor.
Si descansa en una chacra, ésta dará excelentes cosechas. Siendo un espíritu
protector de toda la naturaleza sanciona los abusos y premia con buena caza o
con cosecha abundante al de recto proceder.
El
ser sobrenatural, feo y temido, camina con los pies al revés. Posee un
larguísimo falo, arrollado a la cintura que puede ser usado como lazo para
enlazar a sus víctimas. Tal vez, ese desmesurado miembro indique su poder
germinal y sea un símbolo de fecundidad, réplica a la Vara Insignia (jasuka) de Ñanderuguasu (Nuestro gran padre).
El
Kurupí habita en lo profundo del bosque, utilizando como morada el hueco de
algún árbol añoso. Camina desnudo por los montes. Es e arquetipo de otros
duendes o fantasmas sobrenaturales cuyas relaciones aparecen después con el
transcurrir del tiempo (Jasy-jatere o
el Pombero).
Del
ser el maléfico y aberrante, temido por
sus poderes de destrucción y la brutalidad con la ejecutaba a sus víctimas en
los primeros tiempos de su tradición, ha pasado a ser el cuidador de las cosas
necesarias para la vida, el tutor de lo fecundo y lo útil. Mucho de lo que
ocurre, las cosas buenas, y a veces las malas, son atribuidas a Kurupí.
De
acuerdo con lo expresa Yampey en su libro, en la actualidad es poco nombrado o
se lo hace en forma ambigua. La gente lo va olvidando y ya no lo identifica con
sus características antiguas ni por sus cualidades posteriores. Hoy se lo
confunde con las andanzas de la Póra
o del Jasy-Jatere, a los que les
prestó algunas de sus improntas. También se confunden las aventuras del Pombero con las del Kurupí. Pero lo
cierto es que ellos tienen sus propias historias.
Lo
cierto es que la crítica de un amplio sector de la sociedad correntina logró -aunque
el director Marinoni lo niegue- que el personaje perdiera su miembro, al menos durante
las tres puestas en escena posteriores en la Fiesta del Chamamé. El Kurupí no tuvo más que exhibir que un traje de duende que dio
vueltas sobre el escenario sin que se pudiera entender qué intentaba significar.
Las
voces adversas señalaron: “exageración de la estupidez; obsceno; desagradable;
de mal gusto; bizarro; horrible; falta de respeto a los niños; falta de respeto
a los turistas; no es arte; es para un boliche nocturno marca XXX; burdo; vergonzoso;
una grosería innecesaria; sobredimensionado; mamarracheada”. Mientras
que los críticos a los críticos, los calificaron de: “pacatos; conservadorismo
extremo; mentalidad estrecha; cerrados; hipócritas; exagerados; ignorantes;
moralistas virtuales”, entre otros.
La
verdad es que en Corrientes, en pocos días, tal vez quedó demostrado lo que
bien expresa el prologuista del libro de Yampey, Bartomeu Melià -jesuita,
lingüista y antropólogo español radicado en Paraguay- quien asegura que algunos
de los mitos fundamentales de los guaraníes, que los indígenas escuchaban con
alegre disposición, “ya nos resultan de difícil comprensión. Sin duda nuestra
mentalidad se ha alejado bastante de aquella concepción de vida y nuestra
cultura ya transita por caminos más áridos y prosaicos”.
Fuente: "Mitos y leyendas guaraníes", Girala Yampey. Editorial Manuel Ortíz Guerrero. 2003. Paraguay.
Fotos: Rasho Fotografías
alto enfermo el kurupi
ResponderEliminarj
ResponderEliminaryo
ResponderEliminarmuy bueno
ResponderEliminarfirma: el dilen y catita
yo soy el dilen
ResponderEliminar¿Como se llama la localidad donde ocurrio esto ?
ResponderEliminarcortarle el pene me paarece una falta de respeto al pueblo guarani